Margaret, de Kenneth Lonergan




Margaret invita a ir al cine por la presencia de Anna Paquin, una actriz soberbia, arriesgada, temperamental. Su actuación es sobresaliente, apasionada, lo mejor de la película. Interpreta a una chica que se está buscando a sí misma tras haber contribuido a la muerte por atropello de una mujer en la calle. Las dudas anteriores se hacen más grandes, sus tanteos con los hombres y con los sentimientos se vuelven más intensos y contradictorios. Se debate, se entrega, se revuelve, herida y deseosa de ser entendida y aceptada.  Primero se esconde y después admite su parte de culpa y, a partir de este instante, busca que el otro culpable asuma también su error mortal. La adolescente batalla, se confiesa, se sorprende con las reacciones imprevisibles y terminantes -más que las suyas- de los adultos. Y así nos lleva de la mano por un mundo -el actual- en el que hay demasiados chillidos para acabar las conversaciones, pocos abrazos sinceros y mucho amor que no cuaja porque no halla la dirección correcta y el espacio donde crecer con confianza. 
Sincera, realista, directa, creo que esta película es un notable regreso a una manera de entender el cine en la que se huye de los tópicos, de los personajes planos, del guión férreo y al servicio de una mentira bien urdida. Emparentada con Gente corriente, de Robert Redford, con cierto cine europeo de diálogos intensos y mascullados a ratos con ira y emociones impostergables, supone un soplo de aire fresco no en este verano de estrenos decadentes sino, más ampliamente, en el panorama general del cine del momento, que ha cedido sin disputa, casi con alivio, a las series de televisión actuales el camino a una cierta complicidad y a una cierta indagación argumental en temas sobre los que aún -por suerte- no está todo dicho. 

Babelia y el futuro de la novela

Se preguntan en el último Babelia si tiene futuro la novela.
Mi respuesta es: lean más a António Lobo Antunes y menos a autores que están los primeros en las listas y que escriben libros de caducidad casi instantánea.   

Muchos libros

Tanta rapidez en la publicación y en la lectura de libros me lleva cada vez más frecuentemente a mirar hacia atrás y releo con mucho placer. 

José Luis Campos Duaso: Estelas de un funambulista imaginario




Mañana se presenta, en Almería, el primer libro de José Luis Campos Duaso, poeta, cofundador de la Tertulia de la Calle Suipacha y responsable de un blog distinto y lúcido. Al acto se espera que asistan, entre otros, los escritores Juan Herrezuelo y Miguel Naveros (presentadores), Miguel Ángel Muñoz, Ana María Romero Yebra, Jacinto Castillo y Antonia Moreno Cañete; el admirado profesor Pedro Vázquez Cabrera; el músico Juan Manuel Cidrón. Será en el Salón de Actos del Instituto de Estudios Almerienses, a las 8 de la tarde. El que suscribe no estará, y bien que lo lamenta, pues seguro que será el lugar propicio para emotivos reencuentros y para recordar momentos compartidos que nacieron en torno a la mesa de una cafetería en tertulias inolvidables y ante un micrófono en programas de radio que, de alguna manera, nunca han tenido fin (ya hablaremos de esto más adelante). El libro está muy bien editado y alberga un puñado de poemas de gran altura y rigor creativo, de esos que el lector relee constantemente hasta sentirlos como algo propio.

Diálogo a tres

Mi abuelo dice:
   -Gran parte de la culpa la tienen todos esos supuestos izquierdistas tibios que se han pasado la vida sacando los trapos sucios de la izquierda, contribuyendo al descrédito de la izquierda, luchando contra la izquierda en vez de sacar los trapos sucios de la derecha, en vez de señalar los desmanes de tanto dictador de derechas sudamericano que aún campa suelto por ahí. Eso ya lo harán otros, me decían. Eso está más que sabido, me decían. Yo prefiero limpiar nuestra izquierda, señalar los errores y los excesos, a los tiranos de nuestra izquierda. Sí, eso me decían en las reuniones de café y en las reuniones de amigos, cuando no podíamos evitar hablar de política. Eso me decían y yo me quejaba: nunca el mundo estuvo mejor que cuando había una Unión Soviética, en parte, porque había un equilibrio de poder y la derecha no se atrevía a hacer recortes, no pensaba dejar el estado de bienestar delgado como un papel de fumar. No podían, porque estaban los otros, tan malos, pero con muchos servicios gratuitos. Ahora mandan los mercados, es decir, los que tienen dinero, los ricos de siempre, y la derecha los sigue a ciegas y les quita el dinero a los pobres y sigue dándoselo a ellos. Se buscan excusas: que si las primas de riesgo, que si la deuda del estado, que si los agujeros de los bancos. Bah. Nos quitan el dinero, nos quitan prestaciones sociales, nos quitan medicamentos y asistencia médica. Y el ahorro es para hacer más ricos a los ricos. Ya no hay miedo ni presión, ya no existe nada que los coarte. ¿No lo ves así, Manuel? 
   Mi padre dice:
   -Con Felipe González esto no hubiera pasado. Cambió el país de arriba abajo.
   Mi abuelo dice:
   -Bah. Y nos metió en esta Europa de ricos y pobres, no te engañes. Que no, hombre, que no. La izquierda se la han acabado de cargar todos esos tibios y deseosos en el fondo de tener puestecitos en periódicos, en televisiones, en estantes buenos de librerías, todos esos profesionales que solo eran de izquierdas de boquilla, moderados que ni carne ni pescado. Le dieron el último empujón y la tiraron terraplén abajo. No hay izquierda. Pero no les preocupa: tienen su carguito, su puestecito, su mesita en el periódico, su columna diaria y la semanal en los suplementos dominicales, su nombre para que la gente les compre sus libros aunque luego no los lean o los lean y no aprendan nada de nada, no se cuestionen nada de nada, se queden lo mismitico que si no los hubieran leído. ¿Es verdad o no, Miguel? Dime tú, que tienes ahora veinte años y te dices de izquierdas. ¿Cuáles son tus referentes? 
   Y yo contesto: 
   -No tenemos referentes, abuelo. 

Celebraciones lejanas

desubicado. fuera de lugar. miras a los que están contigo en el cuarto, en el piso de esta ciudad tan parecida a cualquier otra, y piensas que no sabes dónde te encuentras. ¿será algo que le pase a más gente? ¿será algo raro o un mal muy extendido? te hablan. oyes las palabras pero no entiendes casi nada. tu cerebro, lento y embotado, no capta bien lo que hay ante ti. la tele. celebran unos futbolistas la victoria en un campeonato europeo. hay personalidades importantes, todas del centro de tu país, un lugar hacia el que todo se inclina, hacia el que todos aportan y del que cada vez obtienen menos. sólo cuando un niño, tu hijo, te habla con entusiasmo en la cara despiertas y te reconoces y ya estás dispuesto a seguir.