tag:blogger.com,1999:blog-1852924161326572682024-03-16T02:12:44.207+01:00En la AuroraLibros y meditacionesFrancisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comBlogger369125tag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-85253754140445040932023-07-18T12:46:00.003+02:002023-07-18T12:47:26.250+02:00Juan García Hortelano: Nuevas amistades<p> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 14pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Esta novela está
plena de verdades humanas, esas que parece que no escasean en otros libros pero
que en realidad son solo verdades ficcionales. En cambio, en <b>Nuevas amistades</b>
podemos encontrar muchas verdades humanas, muchísimas, porque el autor deja que
los personajes se expresen, lo hagan verdaderamente según son ellos mismos, no
según han sido creados mediante ideas previas y cerradas. Esto no es muy
habitual en la novela, aunque a muchos así les resulte, ya que el oído y la
conciencia del escritor a veces son cadenas. Juan García Hortelano critica en
este libro, sí, y critica mucho, pero no falsea, no estira las verdades como si
fueran chicles, no fuerza las escenas para que acaben donde a él le interesa y
no rompe la lógica interna, la libertad de acción de los personajes. Quienes
creen que el objetivismo ya murió están muy equivocados: es un ejemplo
inmarcesible de crítica con verdades humanas a manos llenas que nunca envejece
si el que escribe no es un dogmático. Cuando se llega al final de <b>Nuevas
amistades</b>, el lector decidirá qué ha leído, qué sensaciones han despertado
en él las páginas, los diálogos, los actos de los personajes. Que no enmierden
más los que no han leído con ojos limpios esta novela, una de las mejores del
pasado siglo y que aun estando algo olvidada -¿cómo es posible que nadie haya
publicado un estudio en Cátedra, una edición anotada y admiradora?- sigue
siendo un ejemplo pujante de un tipo de literatura que sirve muy bien<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>para entender la época aquella y la nuestra. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 14pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Además, el estilo de
García Hortelano no se ajusta a lo que creen los que desprecian, y encontramos
en la novela una adjetivación deslumbrante, creativa como pocas, iluminadora y
nunca fatigante, exquisita y jamás plúmbea ni destrozadora de la frase corta,
exacta, con tintes poéticos del gran escritor madrileño, esa frase adulta como
pocas, de peso equilibrado y de prodigioso ritmo que nada tiene que ver con
otras que no poseen más aliento porque carecen de mayor vida interna. Es un
estilo vivo, que ha sobrevivido al paso del tiempo sin esfuerzo porque es
estrictamente literario, apasionadamente literario, sabiamente literario sin
que por eso opaque jamás la acción y el devenir de las historias que se nos
narran. Es una de las novelas mejor escritas del pasado siglo y detesto la
roñosa mirada de muchos sobre este libro inmortal. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 14pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Los chicos burgueses
de aquellos años son los chicos de hoy en día. Es lo primero que ves cuando
relees la novela. Diversión, hastío, sexo, subjetivismo, egocentrismo: el
retrato de García Hortelano dio en el clavo definiendo a los de entonces y a
los de ahora, que tienen más dinero, coches a su disposición, sensaciones
hondas de aburrimiento y pensamientos que en muchos casos son enteramente
grupales y asociales. Van por la vida con problemas que no han cambiado
demasiado y que seguramente resuelven de otras maneras gracias a ciertos
avances sociales pero hincan de igual forma en sus desconciertos los mismos
aguijones de desesperación, cólera y ensimismamiento. Los diálogos
prodigiosamente realistas no han perdido vigor, el entendimiento entre amigos
tampoco, y mucho menos el instinto de traicionar, de culpar al otro, de fingir
y de esquivar lo inevitable. Ahora ya nuestra sociedad está llena de burgueses,
casi solo hay burgueses, y los chicos privilegiados de entonces son los chicos
habituales de hoy -donde no falta dinero y donde no hay desahucios y pobreza
grave, claro, que no escaseaba ni escasea, desgraciadamente-, el
cuestionamiento de la realidad es similar -viajemos, bebamos, no dejemos caer
al suelo como un cartón viejo nuestra prefabricada personalidad- y el
decaimiento de la búsqueda de soluciones liberadoras, comunitarias y duraderas
es el mismo, por lo que leer esta novela puede servir mucho a los que aún no lo
dan todo por perdido y apuestan por leer libros cuyo título y argumento no
olvidarán con la facilidad con que se olvidan las series y películas de
Netflix. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="font-size: 14pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Una de las mejores novelas del pasado siglo,
una de las mejores novelas para leer hoy también. <o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitFpKq3uWnUgjbU09P64OvWmEB2dMIPXT96ezg-vPh7SxC7tCgWNI2GrtLUVe17E99dSGuQxq_-S-3ZG2pbfHRBhq6E2K-5JsQI8uuoAW5WJgcc-Pdnl6e6djdW56xVQOf7dN1YNkn4yPRsJNOoWSvzgxnadaWF-FHXr3X8gBaO1HWSl0k2qrt-HA68r1E/s900/na.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="540" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitFpKq3uWnUgjbU09P64OvWmEB2dMIPXT96ezg-vPh7SxC7tCgWNI2GrtLUVe17E99dSGuQxq_-S-3ZG2pbfHRBhq6E2K-5JsQI8uuoAW5WJgcc-Pdnl6e6djdW56xVQOf7dN1YNkn4yPRsJNOoWSvzgxnadaWF-FHXr3X8gBaO1HWSl0k2qrt-HA68r1E/s320/na.jpg" width="192" /></a></div><br /><span style="font-size: 14pt; line-height: 107%;"><br /></span><p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-32792708632753278552023-02-24T14:16:00.001+01:002023-02-24T14:16:05.613+01:00La guerra <p> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12.0pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="font-family: arial;">Tenemos una guerra
en Europa. Una guerra inesperada, que no se encoge y a veces parece que amenaza
con extenderse. Cuando leo noticias sobre algunas personas que son presentadas como
héroes, como actuantes heroicos o supervivientes heroicos, no siento que se despierte
una gran simpatía en mí por ellos, quizá porque de la guerra uno lo espera
todo: lo malo y lo bueno, lo cobarde y lo designado como excepcional. Pero sí
me paro ante la pantalla cuando veo cifras. Cifras de caídos, de derrotados, de
empujados del anonimato al anonimato más definitivo y cruel. Esa cifras, que no
siempre son elevadas en la actualizaciones permanentes, encogen mi ánimo, me
detienen con rotundidad y me aturden. Caen estos, caen esos otros, caen aún más.
Y luego veo que los que mandan en la guerra aún están ahí, lanzando frases
envenenadas, retándose, aduciendo razones para seguir avanzando o para no
retroceder. Y las novedades de la guerra descansan en las portadas de los
periódicos o inundan con sus rojos repelentes los titulares de los noticiarios.
Pero al final habrá unas cifras, difícilmente asumibles, y la guerra habrá
acabado. Esas cifras serán pasado y serán la verdad de la guerra y, sin embargo,
serán olvidadas. Y se hablará de la guerra como de un todo, de generales y
mandos que vencieron o perdieron y no tuvieron en la palma de sus manos un
número anónimo, dos, tres, cuatro, cinco… <span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span><o:p></o:p></span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-57763408601649702542023-01-15T12:48:00.000+01:002023-01-15T12:48:07.706+01:00Camilo José Cela: Marcelo Brito<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhIzy_pA4HrsFiA7575y2Jw1GNlYKZF-3J1ugQ4V7G8NknaeJefESdLviSQ137EXzM4I2mCi1G-WQLeMvD_XP-3PDmV6jtbGvkufQLTeZWjwVBBUPEo3fAAE6iM10uIDWbjDkyD2pJRygxQRGHbT1VVtGsfe1CBUgvzXiIC0ewaDKXXJvJ1ZW3m-LTUyw" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="786" data-original-width="517" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhIzy_pA4HrsFiA7575y2Jw1GNlYKZF-3J1ugQ4V7G8NknaeJefESdLviSQ137EXzM4I2mCi1G-WQLeMvD_XP-3PDmV6jtbGvkufQLTeZWjwVBBUPEo3fAAE6iM10uIDWbjDkyD2pJRygxQRGHbT1VVtGsfe1CBUgvzXiIC0ewaDKXXJvJ1ZW3m-LTUyw" width="158" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><b>Marcelo Brito</b> es un
ejemplo de la narración y la plasmación de ideas diamantinas de Camilo José
Cela, un relato donde todo está a la vista y brilla con un fulgor intenso,
nunca deslumbrador en vano y siempre con una claridad expositiva que induce a
algunos a pensar en facilidad excesiva y es en verdad claridad de ideas y economía
de medios magistrales, casi inigualables. Cela se vale de una voz que le habla
al que recoge la historia – el propio autor- utilizando magníficamente su buen
oído para la narración oral y le añade una elaboración netamente literaria que
alarga la frase sin forzarla y ajusta la intensidad y el tono con una pericia de hábil escultor que extrae y define sin error y sin violencia ni exhibición. Durante
algunos trechos me ha parecido escuchar ecos de Faulkner y no he sentido
disonancia alguna. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span>Típico de Cela es que a la emoción la contrapese la dureza, que a la
medida sentimentalidad la compense la crueldad, que al lirismo lo endurezca la
crudeza, y todo eso está en este relato que es realista y que cuenta tristezas
de gente de pueblo, con una muerta por un hachazo y una pena por niños que
mueren siendo demasiado pequeños, y así <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>vemos que el equilibrio es tan perfecto para que
no sobresalga nada con filo de risco que la admiración crece y crece ante la escritura
del gran maestro. Este relato es antologable, de esos que deben estar en los libros
que quieren contar el siglo pasado con historias reales y ciertas, aderezadas
de la mejor literatura y que sirven de crónica de un tiempo que refleja muy bien
la pobreza, el atraso, la indefensión en una época que cualquier sociedad ha
visto o verá en algún momento de su existencia. Es un relato tan perfecto que
uno siente alegría y un cierto encogimiento como escritor, pues se sabe ante la
creación de un absoluto gigante de las letras, inimitable y vivísimo. </span><o:p></o:p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-87386970515449955082023-01-11T18:33:00.005+01:002023-01-11T18:38:31.048+01:00Camilo José Cela: La colmena<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi1o0_Ps_hzFTfgMWUhhCEnsLSURfSEYPbUDMD-vIldo8B35rOykmmkfk0fvzoUqXghUEWOqg-BNSe_XX-iL1D7iUNZblXdi8cItmxbnuJLlosNEbdUWH-2mQqjBxcSxByr39FCHv0U4wbQ7n93nd6LaJ-Ie-AsGZwR1WjTdEQSmJV4LGsvUlQPN5dWlA" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="225" data-original-width="138" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi1o0_Ps_hzFTfgMWUhhCEnsLSURfSEYPbUDMD-vIldo8B35rOykmmkfk0fvzoUqXghUEWOqg-BNSe_XX-iL1D7iUNZblXdi8cItmxbnuJLlosNEbdUWH-2mQqjBxcSxByr39FCHv0U4wbQ7n93nd6LaJ-Ie-AsGZwR1WjTdEQSmJV4LGsvUlQPN5dWlA" width="147" /></a></div><br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><b><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"> La colmena</span></span></b><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"> se mantiene muy viva setenta años después de ser publicada.
Ha pasado con solvencia la criba del tiempo, se ha asentado en ese lugar que
ocupan algunas obras inmortales, escasas y rutilantes, que se mantienen abiertas
siempre a nuevos lectores y nuevos diálogos porque nacieron para ser entendidas
y asimiladas sin pesadas digestiones. Aunque a Camilo José Cela no se le lee
como antes, eso no le ha restado importancia al libro, que es el ejemplo máximo
en nuestro país de la novela crónica. La abundancia de personajes, la gran variedad
de los mismos es algo que siempre se destaca y en lo que no insistiré. Que las
historias de estos no tengan un principio claro ni un final concluyente sigue
pareciéndome un acierto mayúsculo, pues así es la vida tal como la vivimos y
vemos: no sabemos nunca muy claramente de dónde venimos, la mayoría, y no
sabemos dónde acabaremos: lo que importa es el camino, el andar del momento, y
por eso la novela está narrada utilizando un tiempo presente que aproxima y
define, fija a la vez. Cela acercó a su narrador a estos personajes para
hablarnos un poco de ellos, con cuidado, diría, sin querer abusar, sin invadir,
como el amante de la naturaleza a sus animales queridos: y no creo que sea una
comparación vana: hay una mirada bondadosa vertida sobre esos seres, no hay
crueldad ni ganas de borrarlos de la faz de la Tierra: el narrador parece decir
que son sus hermanos. De ahí mi reivindicación constante de la obra de Cela,
pues su humanidad se muestra aquí en todo su esplendor, y no creo que haya
escritor ni lector acuciado por la ideología que pueda despachar esa mirada a
la ligera, apartarla por centrar su atención en el autor y no en la obra, que
bebe de un innegable existencialismo y de un humanismo abarcador, envolvente,
que supera siempre los efectos algo crudos de algunos párrafos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Que a mí, incansable
detractor de la frase hecha, no me molesten las frases hechas de esta novela
tiene su explicación: detrás de ellas hay sabiduría, no conformismo. Cela
utiliza la frase hecha y caracterizadora, la frase hecha y ahondadora, la frase
hecha y escrutadora, la frase hecha y liberadora. En la novela no hay frases
hechas porque el autor no diera para más, no se esforzara en buscar la
originalidad o apretara demasiado para avanzar en la redacción del libro, no:
la frase hecha vive con los personajes y en los personajes: y así se comprende
que sale de dentro, no desde fuera, desde donde la impondría el narrador. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las tiradas líricas,
los comentarios líricos, las descripciones líricas de <b>La colmena</b> son
también magistrales. Cela las administra con hondo sentido y las va soltando
medidas, algunas inesperadas, y en todas ellas late el escritor excepcional no
por el acierto de la palabra, sino por la unión de la palabra bella y la
descripción bella con el material elegido y expuesto a ojos del lector: no hay
empalago, mentira, falsedad, postureo en ninguna de las manifestaciones líricas
del libro, no están puestas para que el lector advierta que Cela era genial:
tienen el equilibrio exacto de materia y letra, de materia y esencia, de
materia y verdad, de materia y palabra. Alumno de Cela en esto, no me canso de
decir que como en este maestro de lo irónico y del retazo impactante en ningún
otro hay también la capacidad para la muestra de lo lírico narrativo con tanta
sensatez y tanta humildad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cómo me gustaría, en
este mundo tan dañado por el individualismo y por un capitalismo que solo
quiere personas aisladas, héroes de un rato y narraciones del yo, que hubiera
más novelas como esta, que ya tiene más de setenta años, pero acaba de nacer. Durará
siempre, mientras haya quien quiera saber qué es la colmena humana. <o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"> (En la edición de Cátedra cuenta con un breve e inspirado estudio de Jorge Urrutia que recomiendo leer y releer, como la propia novela)</span></span></p>
<p class="MsoNormal"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-family: inherit; font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p><br /><p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-22576939157925959852022-12-14T11:55:00.005+01:002022-12-14T12:00:17.111+01:00Virgilio: Eneida<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgQ0I3u3Dpaseyk8ZXWlzmqGdu-WF0v0YvnL4jcGU1HLc0MGq8T4qHnMS-duLEItMFyyqXpyA0-JbLAG1dd9kKf8vkQKfwhCyL6DKQjJnWR7ZjamEb5ssaoEhLkqhsIxX0XB3KVQzEFuP3BiI4v8wNx5XuMkqO4kqCHRwp5Vit727cpihJyR-QrNltd2Q" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="360" data-original-width="237" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgQ0I3u3Dpaseyk8ZXWlzmqGdu-WF0v0YvnL4jcGU1HLc0MGq8T4qHnMS-duLEItMFyyqXpyA0-JbLAG1dd9kKf8vkQKfwhCyL6DKQjJnWR7ZjamEb5ssaoEhLkqhsIxX0XB3KVQzEFuP3BiI4v8wNx5XuMkqO4kqCHRwp5Vit727cpihJyR-QrNltd2Q" width="158" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Pocas veces puede uno afirmar,
con tanta seguridad, que estamos ante un libro para todos, para cualquier
lector, para todos los lectores. La versión en prosa narrativa de <i>Eneida</i>,
de Virgilio, es uno de los dos o tres mejores libros que he leído. La calidad
de su escritura es tan alta que cualquier estudio, reseña o crítica, por
extensa que fuera, se quedaría corta alabando todo cuanto en este libro hay de
magnífico e incomparable. A mí me gusta enormemente la adjetivación de
Virgilio, tan rica, variada, deslumbrante, original, preclara, certera,
caracterizadora. Me gusta que a la escritura le confiara el autor su amor por
la palabra que cuenta, la palabra que describe, la palabra que define y la
palabra que crea. No hay una sola página de <b>Eneida</b> que no contenga una
unión de adjetivo y sustantivo iluminadora, inspiradora, magistral y única. ¡Y
estamos hablando de un libro escrito en el 79 a.C.! Cuando después han venido
algunos autores a decirnos que la narrativa no precisa de adjetivos, o que es
mejor siempre una poda tras el primer borrador, creo que han reconocido sus
limitaciones y han querido cargarnos a los demás autores con ellas. Escribid
con adjetivos, escribid con frases de largo período, escribid con extensas
comparaciones, con todas las figuras literarias que tengáis a mano, nos dijo
Virgilio, y demostró que podía hacerse en un relato épico, con toda una larga parte
dedicada a la guerra, a los enfrentamientos a espada y arco y lanza, con
frecuentes bajas en los ejércitos y con agudos parlamentos en los que los
contendientes se expresan con ira y con rabia infinitas. Si estuviéramos ante
un relato bucólico, la belleza textual habría resultado más fácil, más cercana,
pero no es el caso, y Virgilio no para nunca de llevar a sus personajes a la
acción, no los entretiene con divagaciones, no los aleja de la aventura y el riesgo
jamás, con lo que el mérito es aún mayor, infinitamente mayor. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span>Me gusta también especialmente cómo hace Virgilio aparecer a los dioses,
como los inmiscuye, cómo los compromete y los encarna en personas cercanas a
los personajes principales. Aunque en otros relatos esto me resulta de poca
categoría y me parece que despide un tufillo a recurso ramplón y falsamente
prestigiador, en <i>Eneida</i> es todo lo contrario: el aroma a fantástico es
genuino, los dioses están ahí cumpliendo un papel esencial y son protagonistas
también, no fichas que se saca de un bolsillo oculto un mago ordinario. Dotan
al relato de una profundidad inesperada, que va más allá de lo épico y lo lleva
inesperadamente al terreno de lo trascendente. Sin los dioses, el guerrear
sería un simple enconamiento de los hombres, nos faltaría perspectiva a los
lectores. Y no habría un recorrido por los espacios que habitan los muertos que
simplemente encoge el ánimo, conturba, quizá hasta pueda hacer brotar alguna
lágrima sincera de quien lee y enfrenta y recuerda. Son las páginas dedicadas
al encuentro de Eneas con muertos conocidos parte de lo mejor que la literatura
ha dado, lo considero en verdad arte inmortal, cumbre absoluta. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span><i>Eneida</i> es una obra en la que se cuenta el origen de Roma, el viaje
de Eneas derrotado fuera de su tierra a otra que lo acoja y le permita fundar
una nueva ciudad, un nuevo mundo. No creo que para los escritores haya más de
dos o tres obras como esta en toda la historia de la literatura, tan proteicas
e inagotables, tan perfectas para la relectura diaria. Y no creo que para
cualquier otro lector haya más de dos o tres obras como esta en toda la
historia de la literatura que, a pesar de que pueda resultar de laboriosa y
lenta lectura, permita saber más del espíritu humano de forma tan sagaz y del
horizonte de la vida de forma tan vibrante. Por eso, ya digo, la recomiendo sin
dudar a todo aquel que aún no la haya leído. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-69277558805760985752022-12-05T17:29:00.002+01:002022-12-05T17:29:51.596+01:00Julio Cortázar: Clases de literatura<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi60ThoLHhtXjMLku7TkLX-kH_eWTShmeU05F_7YHX2v6rV7w3go5vniTso85Ur-Y_EduCzqmMp9YiQD0ada13wOZ_D4RZ64APonTd8H-GBFykkRiTIYBOw2Okz5UHRgrZFB-CfECVGP5NgDElAcmN6Zff6unZSZJNYP7VKzQK4AKEI8GvM0lu5cwnMAQ" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="225" data-original-width="148" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi60ThoLHhtXjMLku7TkLX-kH_eWTShmeU05F_7YHX2v6rV7w3go5vniTso85Ur-Y_EduCzqmMp9YiQD0ada13wOZ_D4RZ64APonTd8H-GBFykkRiTIYBOw2Okz5UHRgrZFB-CfECVGP5NgDElAcmN6Zff6unZSZJNYP7VKzQK4AKEI8GvM0lu5cwnMAQ" width="158" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;">La humildad y la bonhomía
de Julio Cortázar resplandecen en estos textos que recogen unas clases que el
maestro dio en Berkeley (California) cuatro años antes de morir. Allí, en los
Estados Unidos, durante las charlas con los alumnos, brilló el carácter
sencillo y transparente de un escritor que no quería ser como los otros
escritores, que abominaba de las academias, que tenía como mayor satisfacción
recibir cartas de sus lectores y no premios ni reconocimientos, y que se
quejaba de que se escribía mucho sobre los autores consagrados y se dedicaba
poco tiempo a estudiar críticamente la obra de los que estaban empezando. Una
humildad mantenida durante toda su existencia, tan singular que hoy debe a muchos
escritores resultarles marciana en estos tiempos de autoproclamados y de
viajeros de sí mismos tan abundantes y sin conocimiento del rubor ni de la
vergüenza. Cortázar pone de ejemplo en sus clases sus propios relatos y novelas
porque vienen al caso de lo que habla, se excusa y queda claro que utiliza sus
textos porque es lo que mejor conoce. Y acepta las preguntas y hasta alguna crítica
de los alumnos sintiéndose uno más entre ellos, joven entre los jóvenes, el que
invita a pensar y a debatir y a ir más allá de lo que él propone, que ha de
considerarse siempre punto de partida y no final de trayecto. De nuevo es muy
interesante escucharle decir qué es para él lo fantástico, cuánto hay de
fantástico en su visión del mundo y en su propio mundo, en su vida cotidiana. Y
de nuevo subyuga escucharle hablar de <i>Rayuela</i>, de cómo se fraguó, de la Maga,
de las limitaciones de Oliveira, y cómo me gusta que señale los errores de su
propia novela, y que entre en el mundo de <i>Libro de Manuel</i> a continuación
para llevarnos del yo al tú y del tú al nosotros. Nunca, nunca se cansa uno de
saber más de Cortázar, nunca se cansa uno de leerle. Al contrario que a muchos otros,
a mí se me van quedando en el olvido muchos grandes autores leídos cuando era
joven y en cambio Cortázar cada vez me parece más sólido, más necesario por su
apuesta decidida por hacer buenas preguntas y no dar respuestas con insalvable fecha
de caducidad. </span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-53723520054479593982022-11-27T19:54:00.002+01:002022-11-27T19:54:26.431+01:00Eloy Tizón: Ciudad dormitorio<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiYnvIyy_tdEL0BsWbzgqTNM-0WZKDtLMENASgQIOiEI44wMSQqg0eSaRzXN7Szm9uhdDrqU6vqFSMBTwsA1wE2226F5Qyl9r18aJEJT96kVxGKtA4UJEl-XKhWldbUOv9d6yMsWEkv4ZbQ6Gig5Hy9rfH4Z4QA7Ahz7I6_F63dGBQcsZHsK6d7eLefug" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="225" data-original-width="141" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiYnvIyy_tdEL0BsWbzgqTNM-0WZKDtLMENASgQIOiEI44wMSQqg0eSaRzXN7Szm9uhdDrqU6vqFSMBTwsA1wE2226F5Qyl9r18aJEJT96kVxGKtA4UJEl-XKhWldbUOv9d6yMsWEkv4ZbQ6Gig5Hy9rfH4Z4QA7Ahz7I6_F63dGBQcsZHsK6d7eLefug" width="150" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: medium;">Un buen relato, a
estas alturas, me parece que pide una escritura creativa, tendente a la
originalidad y con una adjetivación rigurosa pero bien entonada, con algunos
trazos soñadores, pues no todo ha de ser tajante y funcionarial en nuestro
mundo. Eloy Tizón es uno de los mejores adjetivadores que conozco: viste al
sustantivo con prendas como luces que no deslumbran vanamente, con colores
inteligentes y raudos, mediante una destreza bien propuesta, delicada, atenta a
la alegría y a la imaginación, todo lo que parece olvidado por tantos
escritores que se conforman, que se conforman demasiado, como si la escritura
fuera una redacción escolar. Pero escribir es dar pasos más allá, aventurarse,
salir de los propios límites. Y en este relato sin duda hay pasos más allá, en
la escritura y en algunas escenas no fácilmente codificables, ajenas a la
reducción en un destello televisivo, en un fogonazo aclaratorio. No es Tizón un
escritor domesticado, y su plasmación no es una caída, sino un ejemplo magnífico
de palabra con brillo propio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pero si este relato aparece
a nuestros ojos como sencillamente espléndido, en la cumbre de los mejores que
un escritor actual puede escribir, es también gracias a la historia, que se
cuenta como de soslayo, sin conclusiones claras, como en un acercamiento
desmayado, sin verdades como tótems, más con heridas y marcas que con piezas
acabadas y perfectas, como la vida de hoy en día, sin certezas, sin conquistas
definitivas, sin deslumbramientos duraderos. Y es gracias también al humor,
fino y punzante como una aguja en manos de un niño que pincha con cuidado a un
adulto con el que juega, un humor equilibrado y sin derrota, sin cinismo vacuo
y sin guiños remarcados: un humor de cuerda que nunca se tensa, un humor como
luz leve que te toca y sigue su camino. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;"> Con todo esto, con
un final abierto y con algo de crítica lúcida y nada cargante ni sermoneadora, <i>Ciudad
dormitorio</i> es un relato de antología, un relato de un escritor maestro que
se sabe poderoso y flirtea en algún momento en el texto con el juego bonito,
como los futbolistas talentosos que se recrean en sus habilidades, pero muy
brevemente: solo son minúsculas manchas junto a tanta maravilla, tanto buen
hacer, tanto genuino buen trato al lector que se sabe ante uno de los más
destacados, más afianzados artífices de lo mejor de este juego sin igual y con
un pie en lo eterno que es la literatura. </span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-33844476902290358482022-11-08T20:50:00.006+01:002022-11-09T12:00:26.706+01:00Eloy Tizón: Merecía ser domingo<p><span style="font-size: large; text-align: justify;"> </span></p><p> <a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgwWXDiI9_KnZlZoUaEecuNMqNy707ktzT-Y29VUGxmb_ItvnP9qMB3n6cPIJy8hfh1ldfhPG9e2IVEjszEizQ3cxWlQTz361XnT5z0fzNnbi_6iUwxSK_DIW0CT8ZqO_JtugYeFVFsxYZYe307LXtQFhY6g6wWBurJYI0wcrvm0-C8_m3qoh0U89rz6Q" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img alt="" data-original-height="225" data-original-width="141" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgwWXDiI9_KnZlZoUaEecuNMqNy707ktzT-Y29VUGxmb_ItvnP9qMB3n6cPIJy8hfh1ldfhPG9e2IVEjszEizQ3cxWlQTz361XnT5z0fzNnbi_6iUwxSK_DIW0CT8ZqO_JtugYeFVFsxYZYe307LXtQFhY6g6wWBurJYI0wcrvm0-C8_m3qoh0U89rz6Q" width="150" /></a></p><p><span style="font-size: large; text-align: justify;"><br /></span></p><p><span style="font-size: large; text-align: justify;"> </span><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"> </span><span style="line-height: 107%;"><span style="font-size: medium;">Para que la emoción no decline hay que perseguir a las palabras,
seguirlas firme y atento como a una luz que corre delante de nosotros, imbuirse
de ella e iluminar sin parar, sin parar, como hace Eloy Tizón en <i>Merecía ser
domingo</i>, relato en el que las palabras son emociones que no pueden detenerse,
que corren detrás de otras emociones que acaban de crearse y no se contraen, no
se niegan ni se encogen gracias al buen uso del surrealismo que en estas seguras
manos es una sucesión nunca atribulada ni atrabiliaria de sucesos nada
corrientes que no encierran enigmas sin solución ni se encastillan en el reino
de lo arcano y lo superfluo incomprensible, sino que muy al contrario convocan
a un reto que es abrir cajas de imágenes que debajo tienen más imágenes
congruentes y aliñadas por una escritura nunca férrea, muy libre, muy atenta al
ritmo de fondo y al ritmo del cambio, el que se precisa para no consumirse en
la palabra única y punto ni en la frase bien ordenada y punto y se asoma al corto
río que trae consigo más sentido y más profundidad y más juego en el alargamiento
preciso y con fundamento que recuerda mucho al magisterio del mejor Francisco
Umbral, que amaba las palabras, que se divertía con ellas y nos lo transmitía,
que las llevaba aquí y allá como a figuritas que cobran mayor valor así juntas
o mínimamente alejadas, bajo esta luz o en ese escorzo, porque las palabras son
la música definitiva, lo que más nos hace sentir y ser y sin duda saben mejor
decir, como muy bien expresa Eloy Tizón, que nos deja logros tan maravillosos
en el presente texto como este que anoto como colofón: <b>Estábamos atrapados en
una jaula en la que los árboles eran los barrotes</b>. </span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-72369690405079664962022-10-31T12:36:00.002+01:002022-10-31T12:36:25.633+01:00Eloy Tizón: Fotosíntesis<p> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> <span style="font-family: arial;">
</span><span style="font-family: arial;">Relato narrado con frases rotundas, que lo dicen todo y a la vez huyen,
pues creerlo todo de algo es destruirlo de algún modo. Con deslumbramientos
solo capaces en manos de un autor mayor, curtido y tan seguro de que sabe lo
que dice que enseguida busca escapar de lo logrado en la iluminación anterior
para que no pese demasiado y lo ahogue. Diciendo y recapitulando a la vez, con
todo definido y expuesto como el que habla a media voz para sí y mira si
alguien lo escucha por si ha de empezar a disimular o disimularse. Relato que es muchas
frases y párrafos variados que darían para una o veinte novelas, que son su
inicio no seguido y no estropeado por eso, por querer sacar más de donde se
obtuvo una perfecta gema. Impresiona y alegra que sea un escritor de aquí, aún
cercano, elogiable, en segura actividad creativa. </span><o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: arial;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: arial;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjwiIg13WWX-I1NDjHoHJMWrOV6oeYs0UaEhB6eg4VLsoQgpLz9p34zruSJCQSvdQZto9MMO1chHCVlR7swQz8vtuuTRvPiZIB2t9oLpJ2qRKTWn5q6TJimaSRm7xQbTjpAVg7HqYKI0VUs1kSNl8i4illwOqJm2D7omKjxC6NXrpEeVlt68uNjatXGLQ" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="225" data-original-width="141" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjwiIg13WWX-I1NDjHoHJMWrOV6oeYs0UaEhB6eg4VLsoQgpLz9p34zruSJCQSvdQZto9MMO1chHCVlR7swQz8vtuuTRvPiZIB2t9oLpJ2qRKTWn5q6TJimaSRm7xQbTjpAVg7HqYKI0VUs1kSNl8i4illwOqJm2D7omKjxC6NXrpEeVlt68uNjatXGLQ" width="150" /></a></span></div><span style="font-family: arial;"><br /><br /></span><p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-59365744384043610562022-09-12T19:46:00.007+02:002022-09-12T20:21:26.804+02:00José Antonio Caravaca: Distorsión <p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjH3XvqZFvB9GKblcV497pf3cSUM8XE6zx6S1b14spd1VKDZTEoJxy2BGNl0rx74De18oz8D6S9Kqg2lHtuKrpcrYbxQkoBwRLtpY4bRMKTmUnCMEkgpwBWvA4MxUX3y4zFyIJbZ_RSkO_Wld93Wxqw3lgCMejKnqSuYYQQOYE17-0sPBqI85UnJTPndg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="1500" data-original-width="1000" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjH3XvqZFvB9GKblcV497pf3cSUM8XE6zx6S1b14spd1VKDZTEoJxy2BGNl0rx74De18oz8D6S9Kqg2lHtuKrpcrYbxQkoBwRLtpY4bRMKTmUnCMEkgpwBWvA4MxUX3y4zFyIJbZ_RSkO_Wld93Wxqw3lgCMejKnqSuYYQQOYE17-0sPBqI85UnJTPndg" width="160" /></a></div><br /><br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="line-height: 107%;">Este libro no lo explica
todo. Ningún libro sobre el tema podría explicarlo todo. Se necesitaría
seguramente una enciclopedia, pues hay tantos testimonios, tanta
variedad en la casuística ovni que no creo posible meter en un solo volumen una
explicación a un fenómeno cuyo nacimiento acaso se remonte al momento del inicio
de la con(s)ciencia del ser humano, o incluso a mucho antes. Pero sí plantea
este libro una teoría que se vale de un gran número de casos estudiados y de un
enfoque unitario y atrevido que lo convierten en una rara avis, en un trabajo
absolutamente imprescindible aquí y ahora, te guste el tema de los ovnis o pases
de él tajantemente, pues en la última página del volumen se llega a
conclusiones que nos afectan a todos. José Antonio Caravaca se ha convertido en
el estudioso de los ovnis de referencia en España, en el más concienzudo,
perseverante, razonador, valiente y atrevido de todos los investigadores<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de la actualidad (lo afirmo sabiendo de qué hablo,
creo, ya que desde que desde muy niño veía los programas de Jiménez del Oso en
televisión no me he alejado nunca de la indagación y del seguimiento de todo lo
relacionado con lo ufológico). Analiza y clasifica, monta una teoría que es de
apabullante lucidez y sentido común, no se conforma, no traga con las versiones
oficiales ni con las más aceptadas y levanta una explicación plausible y
defendible que quizá toca el límite de lo que hoy en día puede ser entendido
con nuestros sentidos, nuestra mente y nuestra intuición, además de con la inestimable
ayuda de la informática de este siglo XXI. Domina tanto la materia Caravaca que
se atreve a rectificar a los más insignes nombres de la ufología, a refutarlos,
y sale bien parado del empeño, algo de lo que ningún otro investigador puede presumir
en nuestra piel de toro, tan propensa a cabezazos y cornadas egoístas y ciegos. Y lo hace casi
borrando a muchos antecesores, que quedan como simples observadores, como
pasivos agentes de los fenómenos, como comparsas en muchos casos al defender
vetustas ideas e hipótesis que, como bien demuestra nuestro autor, no se
sostienen cuando se es exhaustivo, cuando se está vigilante, cuando se le pide
a la realidad algo más que lo visible, cuando se la escruta y no solo se la
contempla desde el cómodo sofá o desde el asiento del coche o desde el otro
lado de la cámara o de la grabadora con cara impasible y actitud vanidosa.
Leyéndole, tenía la sensación de estar ante un gigante, ante un hombre sabio y riguroso
con una misión en la vida y una voz clara con la que comunicar lo aprendido. Bravo,
Caravaca. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y defiendo y
defenderé este libro aunque soy de los que vienen de la Hipótesis Extraterrestre
(HET), de los que, como aficionado a un cine imaginativo y asimismo un chaval devoto
a los quince años de los cómics de Martin Mystère, me gusta creer en los mitos atlánticos,
las civilizaciones perdidas y los antiguos alienígenas, porque poseen una
suerte de misterio y de aura literaria incomparables, y viendo reportajes,
películas, leyendo sobre misterios tan jugosos es imposible no sentirse imbuido
y fascinado. Defiendo con todas mis fuerzas <b>Distorsión</b>, de José Antonio
Caravaca, aunque aún no soy un completo convencido de su Teoría, aunque me
resisto a abandonar lo físico y lo medio palpable y no soy demasiado jungiano
hoy, porque este libro abre nuevas vías, es una impagable invitación al diálogo
sobre los ovnis y la realidad en la que vivimos y es un intento tan absolutamente
serio y ejemplar que se convierte en el primer libro que sobre temas ufológicos
comento en uno de mis blogs y en el primero sobre el que escribo con convencimiento absoluto y gran satisfacción. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando concluyo la
lectura, intuyo que hay una gran persona detrás de las páginas que he leído y tal
vez por eso plasma una visión al final sobre lo estudiado en la que priman la benevolencia
y una humildad generosa y distinguida, y echo en falta quizá algo de
frustración y rabia, de visión oscura e inquietante, pero esto es culpa de
tanta película con naves voladoras y pistolas de rayos paralizantes y alienígenas
malos, y asumo que es una limitación mía. Estudiar un tema y mostrar unos
resultados, cuando eres honesto y no quieres ser un vendedor de humo, es lo que
tiene; y Caravaca me parece honesto, preciso y fiable, un investigador con una
causa y un propósito y alejado de los catálogos de mentiras que tanto gustan a
muchos otros. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Libro que recomiendo
a iniciados, a despistados, a devoradores de páginas y a mis amigos escritores
realistas, materialistas, con los dos pies en esta realidad que, me temo, solo
es un pálido reflejo. <o:p style="font-size: 14pt;"></o:p></span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-91575486974675084782022-06-20T19:20:00.001+02:002022-06-20T19:20:07.242+02:00Thomas Mann: La montaña mágica<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjtKfyn4ZG2aZsk-uSLfbz9xewpW6T1U6UjEPNV-6Vtu0uLn4cmklGOaDlkxFa-yRAzVWJ8RGXBo-mns8TSJb8-C2DHtIoaDo3mLmheyjKHuRtoAOi8ZZVwTjY8zWkn2SrcERppquBGToCiqPhs85AmDj_hu2bHpgVPJ9JGbfdNJwpqy5eYU4XrT3y7sg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="762" data-original-width="500" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjtKfyn4ZG2aZsk-uSLfbz9xewpW6T1U6UjEPNV-6Vtu0uLn4cmklGOaDlkxFa-yRAzVWJ8RGXBo-mns8TSJb8-C2DHtIoaDo3mLmheyjKHuRtoAOi8ZZVwTjY8zWkn2SrcERppquBGToCiqPhs85AmDj_hu2bHpgVPJ9JGbfdNJwpqy5eYU4XrT3y7sg" width="157" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Cuando algunos se preguntan para qué sirve la novela, habría que decirles que para que exista <b>La montaña mágica</b>, obra magna del género que sigue tan viva como cuando se publicó. Resuenan en los oídos de los buenos lectores las discusiones de Settembrini y Naphta, los pedagogos voluntarios y arriscados que se crecen ante las palabras del oponente y jamás retroceden: en ellos hay ideología y síntesis de una época, hay saña y justificación, exposición y deseo de lucha hasta el final, como se da en quien se dejó calar hondo por las ideas y las defiende hasta con los dientes: son producto de un tiempo y de todos los tiempos, pues ideología siempre hubo, hay y habrá, aunque no se la llame por su nombre o se la entierre defendiendo consensos ciegos. Resuenan también las conferencias de Krokovski, cada vez menos apegadas a lo tangible y propensas a ir hacia el mundo menos visible y menos domeñable. Resuenan los consejos del doctor Behrens, que es quien fija plazos a los enfermos y despide sin pesar a los que mueren. Resuenan los diálogos entre Hans Castorp y su primo, allá arriba, en la montaña mágica que acoge a los enfermos y los rocía de frío y niebla, los apresa, los envuelve en su hálito curativo y exigente, del que pocos se desprenden para siempre si lo hacen con la intención de regresar al mundo del que provienen. Resuena la voz del narrador, fastuosa, inteligente, dura y piadosa, cercana y analítica, una de las mejores que la narrativa ha tenido jamás, dotada de ese poder único que página tras página ennoblece al lector; y le da además buena información, información que sirve para sumar y para saber más de verdad, sin imponer, sin acogotar, de una manera casi irrepetible: así, planta al lector en medio de los conflictos con suavidad pero sin dejar que dé un paso atrás, como quien anda por la hierba y la disfruta y aun así no aparta su mirada de lo que tiene delante y lo imanta. Un narrador que adjetiva magistralmente, como quizá solo tres o cuatro lo han hecho con tanto talento fresco y puro, ese que no extraña y no agobia, sino que matiza y da plena hondura. <b>La montaña mágica</b> es una obra maestra, pero no es una obra maestra a la que haya de temérsele: es un clásico abierto y nada amargo, que invita a andar por la hierba gustosamente y a mirar hacia la cumbre con serenidad. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-782916763557209102022-05-02T14:11:00.007+02:002022-05-02T14:16:53.973+02:00Benjamin Black: Los lobos de Praga<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgcmvy7JuPYt4ewIiygNEPD_iZhxarmP81CIFRrKRznj-07gbrkuvuO7z6OG9rQvndphvU1Xie78qMjRw7gU5GHOhRavAI2Eg_sYmswsFA45EHQilwLq-t5JkhA-Ba_81dujg3j3lJYb6R-3UX0Bu--J6VsliHDq7tJmZXspbIkIelToNiVHqNbx7QS_w" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="435" data-original-width="279" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgcmvy7JuPYt4ewIiygNEPD_iZhxarmP81CIFRrKRznj-07gbrkuvuO7z6OG9rQvndphvU1Xie78qMjRw7gU5GHOhRavAI2Eg_sYmswsFA45EHQilwLq-t5JkhA-Ba_81dujg3j3lJYb6R-3UX0Bu--J6VsliHDq7tJmZXspbIkIelToNiVHqNbx7QS_w" width="154" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Libro muy centrado en los avatares quizá demasiado novelescos de un personaje que va a la corte y vive aventuras un tanto cinematográficas, con un final que no es demasiado crítico ni potente, tiene <b>Los lobos de Praga</b> sin embargo la pluma de John Banville, el dueño del estilo de Black y el otro yo de este seudónimo (o es al revés, qué más da), y eso convierte a la novela en algo nada vacuo, pues no hay una sola página que no tenga la brillantez y la creatividad del que muchos consideran el mejor escritor vivo. Esto hace que la novela sea entretenida, que la investigación no resulte forzada ni hueca, y que los personajes estén mostrados con mano segura, aunque abundan los lugares comunes y los arquetipos, de los que Black se vale con inteligencia y sin demasiado esfuerzo, concentrado quizá en la prosa envolvente, plena de una excelente adjetivación que no se ve apenas en ningún otro lado con tal creatividad y adecuación, y para el lector exigente no deja de ser un respiro entre dos lecturas más serias mas no es ningún caso una pérdida de tiempo, pues nada en manos de Banville es gratuito ni desdeñable. Vuelta a las aventuras, a los romances oscuros, a los castillos y a los malos que se gustan siendo malos: un lago transparente a cuyo fondo hay una voz inigualable y fascinante. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-57018522473380543142022-04-25T13:48:00.001+02:002022-04-25T13:48:46.839+02:00Jesús Fernández Santos: Los bravos<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2YBwsO-m7wXzxG7zIiRorL1uoMfVcZTaTsTcRjHzYxK8ZYvnwxqG_f5RS72XCdO08DAJNaAWy3nAHScHW74TMnnPbNBMlP7dUo6evPMYzlnu7G6YvjX0P2dkGNvQ8vEkN1cOA-XtUx7KovdlL9zGRUQ6w3t6vIgbP9VblQXvFiNtxNK7g29TnW066rQ/s1026/jfs.webp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1026" data-original-width="600" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2YBwsO-m7wXzxG7zIiRorL1uoMfVcZTaTsTcRjHzYxK8ZYvnwxqG_f5RS72XCdO08DAJNaAWy3nAHScHW74TMnnPbNBMlP7dUo6evPMYzlnu7G6YvjX0P2dkGNvQ8vEkN1cOA-XtUx7KovdlL9zGRUQ6w3t6vIgbP9VblQXvFiNtxNK7g29TnW066rQ/s320/jfs.webp" width="187" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Este es uno de los clásicos innegables de nuestra literatura. Una novela concebida con muy buen criterio y que ha vencido al tiempo sin tener que empujar a otras, sin tener que derribar nada, pues es una novela inaugural y ha aumentado su valor conforme los lectores se acercaban a ella para sentirse no anegados en descripciones sobre la miseria y la tristeza, sino sobre la realidad de un país y un tiempo que pocos supieron ver y contar como Jesús Fernández Santos, sin sumarle dramatismo y a la vez sin restarle verdad. Porque de eso se trata: es una novela que cuenta verdades, como <b>La uvas de la ira</b> de Steinbeck o muchas de Balzac, en las que encontramos, por supuesto, mucha literatura, sí, mas nunca invención sostenida solo en la palabra y en la imaginación: quizá podríamos hablar de novela de ficción documental, aunque ya es demasiado definir y encorsetar. La contención del narrador va por ese lado, es la voz sincera del que sabe que no tiene que cargar nunca las tintas, exagerar, incidir, mostrarse relinchando para ser escuchado: Fernández Santos dice con justicia lo justo. Y veo detrás a Faulkner ineludiblemente, pues se cuenta la vida un pueblo pero no hay crudeza hiriente ni tristeza paralizante en el relato. </p><p style="text-align: justify;"> Las novelas de personaje múltiple, como sin duda lo es <b>Los bravos</b>, precisan de un narrador empático y humilde y sensible, que sepa ver y captar el alma de los personajes, que no por ser propios se muestran prontamente en su integridad, pues no son trozos de carne ni bocetos, realizados sobre la marcha ni con escuadra y cartabón, como tanto se ve ahora en novelistas que son más guionistas que creadores. El narrador de <b>Los bravos</b> es ejemplar en empatía y sensibilidad y Jesús Fernández Santos un escritor exacto y exquisito como pocos, dueño de una frase medida y libre de florituras y atenta al detalle caracterizador, definitorio y con un toque de lirismo genuino absolutamente magistral, que devela y fija, sustenta imágenes en estupendas palabras muy literarias que despiertan emociones nunca violentadas ni dirigidas con mano férrea y calculadora en el ánimo del lector. Qué admirable capacidad para narrar con sencillez hechos cotidianos y poco después expresar con hondura qué se siente al bañarse en un río, al ascender una montaña, al estar solo en una cama muchos años, enfermo y solo, al amar y no atinar a decir que se ama pero saberlo algo poderoso dentro de uno. El narrador va de un personaje a otro y no desdeña a ninguno, no maltrata a ninguno, y será la acción de la novela la que a cada uno lo lleve donde debe ir, ejemplar lección que solo muy pocas manos han sabido mostrar pese a tantos libros y tantos autores tan celebrados, hijos al final de sus filias y fobias y utilizadores de la ficción y no hermanos de ella, como aquí sí es el caso, como ocurre a lo largo y ancho de esta inmortal novela. </p><p style="text-align: justify;"> Hoy en día hay quienes tienen la tentación rápida de considerar <b>Los bravos</b> como un libro de otro tiempo, con un estilo superado, una intención crítica propia de una época cerrada, pero los que así piensan solo plasman sus limitaciones y en sus desdenes se empequeñecen, pues la novela no es la ciencia, no construye negando, volatilizando, y el escritor que se precie de serlo no ha de olvidar nunca que su mayor nobleza y orgullo estriban en ser libre y crítico, en no mentir ni mentirse, en no censurar ni censurarse, en no venderse al dictado del poderoso ni del dinero de este, en afrontar al menos una vez en la vida el desafío de intentar crear una obra del estilo de <b>Los bravos</b>, para lo que se necesita abandonar el enorme ego que a tantos escritores ahoga, la comodidad del camino sabido, la repetición de lo que está de moda y no interroga ni hace dudar. Las novelas que hablan de los hombres y de las mujeres y de un espacio y de una relaciones sociales son aparentemente sencillas, y sin embargo resultan las más difíciles porque nos empeñamos en malograr nuestros escritos con aspavientos y gestos ruidosos, con lecciones entre líneas y mensajes enlatados, no con ideas aparentemente rotas o heridas, que siempre laten por sí solas, sino con ideas condescendientes y destiladas, apenas ruido y acaso furia y control exhaustivo pero sin ecos de verdad y relumbre. Cuando se vuelve a <b>Los bravos</b> uno redescubre a un maestro que acierta con su humildad y su destreza de artesano, de trabajador a pie de obra, de caminante con zapatos desgastados: de inconformista que no retrocedió y no se ocultó cuando había que llamar a las cosas por su nombre. Qué lástima que ni después ni nunca esto haya abundado. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-29416953858175314802022-04-16T19:37:00.002+02:002022-04-16T19:38:32.239+02:00Jesús Fernández Santos: El primo Rafael<p> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2leI1xCPQ-0-PrCyrYioxXpc52wuyGZXQGAUfRxIPQKpJav25StdhCPIUUpCzeljRR5jVUvhmQJwyh-wF5xMq_i5BRfNuCPXhGPK5to9D1YTubdOeW68UlZkNZO8BJZnPoTnzdidGJAdhzgfgbT1pMNwFiIeu55zTgy4rwlb1dY3BGLVrEPu3B5HE8A/s497/fsantos.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="497" data-original-width="300" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2leI1xCPQ-0-PrCyrYioxXpc52wuyGZXQGAUfRxIPQKpJav25StdhCPIUUpCzeljRR5jVUvhmQJwyh-wF5xMq_i5BRfNuCPXhGPK5to9D1YTubdOeW68UlZkNZO8BJZnPoTnzdidGJAdhzgfgbT1pMNwFiIeu55zTgy4rwlb1dY3BGLVrEPu3B5HE8A/s320/fsantos.jpg" width="193" /></a></div><br /><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Antológico relato que cuenta en menos de cuarenta páginas cómo es una
guerra vivida por dos niños y cómo es la existencia entre los que no están
siendo abrasados por las llamas de las explosiones pero sí por el miedo de lo
cotidiano interrumpido y que para los pequeños puede ser gozosa, una aventura,
una iniciación, una salida a un espacio que huye de lo previsible y lo
monótono. La narración es rápida y el dibujo de los escenarios hace gala de un
primor en el que confluyen el pintor de atmósferas y el impresionista sagaz: “el
tren les siguió durante largo trecho, iluminando como un fuego errante los
cardos, los rastrojos, entre la vía y la carretera”. Sin excederse en nada, sin
escamotear ninguna verdad, Fernández Santos firmó un relato magistral que
debería estudiarse en esos lugares donde crecen futuros escritores y se empeñan
en inculcar estilo estadounidense olvidándose de que aquí mismo hubo maestros
del relato aún muy válidos y muy poco leídos y estudiados actualmente. <o:p></o:p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-83519553156405001192022-04-16T19:34:00.005+02:002022-04-16T19:34:43.945+02:00Rafael Argullol: El asalto del cielo<p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiASMimaf7o5ekqwJRDuofBglkUgT2PFPKOxa6h-NhayhzkoXkmadqvN45QKVx6ZW7zRNudD2SmLJ2JPMdKNNXNdT2nPOGT6ssxNVHQXaQEyEJ003LtCRLZTgJLbH2C3nhOerKtH0C11UEgnN4Hvf4EYOlsU8p7-DSJr03zRABv0hkOl4p9t1tlEogb5A/s499/argullol.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="499" data-original-width="353" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiASMimaf7o5ekqwJRDuofBglkUgT2PFPKOxa6h-NhayhzkoXkmadqvN45QKVx6ZW7zRNudD2SmLJ2JPMdKNNXNdT2nPOGT6ssxNVHQXaQEyEJ003LtCRLZTgJLbH2C3nhOerKtH0C11UEgnN4Hvf4EYOlsU8p7-DSJr03zRABv0hkOl4p9t1tlEogb5A/s320/argullol.jpg" width="226" /></a> </p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"> Es esta una ambiciosa novela que
viene de otro tiempo que parece muy lejano y que en realidad está ahí, a la
vuelta de la esquina, cuando no era extraño que se presentaran historias en las
que se apuntaba al todo sin disimulos. Los escritores actuales no quieren
molestar, mayormente, y no quieren parecer atrevidos, por lo que se muestran
pacatos y rampantes en la mayoría de las ocasiones. Sus libros son, como casi
todo ahora, de aleve vuelo, de sombra fugaz, y así no es extraño olvidar las
lecturas a los pocos meses de haber salido de ellas. No ocurre así con <b>El asalto del
cielo</b>, que pide una reedición ya para mostrar otras caras al panorama tan flojo
de lo actual, en que el estilo flaquea y la ambición se desmaya pronto, a los
pocos capítulos. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span>Luis Bruno busca el sentido final de las cosas, el sentido final de la
existencia, el sentido final del hombre. No se para ante nada y se arriesga a
la disolución para encontrar la respuesta a sus dudas, a sus inquietudes tan
comunes en otro tiempo y casi en otro lugar. Desde pequeños antes nos
interrogábamos por el sentido de la vida, por su valor y por la verdad de lo
vivido y de lo soñado, lo que no nos detenía ni nos hacía de piedra ante el
teatro de la realidad y de las vidas ajenas. Convivía en nosotros lo cotidiano con
lo deseado maravilloso o entrevisto maravilloso y no nos desencuadernábamos:
vivir y tratar de ver qué viene y qué se oculta, qué se dibuja y qué se hurta.
Bruno ha vivido la guerra civil española y la ha sufrido hondamente, pues tras
la lucha y la derrota tiene que padecer el destierro en Francia, en casa de un
amigo que le ayuda en cuanto puede (amistad limpia y noble que no es que
parezca, es que ya es definitivamente de otro tiempo y otro lugar) a través de oportunas conversaciones y mediante la persona de sus sirvientes. Bruno se interroga y se
empapa de vida y luz. Pero tiene que marchar y, tras pasar por los Estados
Unidos, va a Guatemala, y será en las zonas más llenas de árboles y de
peligros, más apartadas, donde halle la confirmación de cuanto hasta entonces había
sido idea y no cuerpo, idea y no rabia, idea y no sufrimiento. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;">
</span>Rafael Argullol se vale de uno de los narradores más atinados con que me
he encontrado en todos mis años de lecturas: una tercera persona culta,
respetuosa con el interior de los personajes, conocedora pero nunca
exhibicionista, matizadora y con una riqueza de adjetivos que lo sitúa a la
altura de los más grandes (Faulkner, Caballero Bonald, José María Merino) y
dota al libro de una belleza exuberante. Es un narrador sabio que nunca suena
pedante, versátil que nunca se regodea, profundo que nunca abisma ni se abisma.
Un gran logro que, como digo, reclama ya una reedición y estudios que sitúen a este
buen libro donde se merece, entre los más destacados de los últimos cuarenta
años en nuestra lengua. <o:p></o:p></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-13366951310809978752022-03-27T20:24:00.004+02:002022-03-27T20:24:54.068+02:00James Meek: Por amor al pueblo (fragmento sobre la guerra)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6gvnV8cBxOUiZXLYxdLxafGy-WDPQb94dzZBoQACTijkVCRKDpzhlWy6dih2sBk35pWuMtJE2_wr4rAc4pEbaIhUhy6KgNhqNUak8re3PHyksY0lUWFXhK_Hm4hAPLTFUZAYE0nyC0hmhN9DD7HrkUkJH1sFlsXzI7kxk24vRkokaPesi0635IFz6jg/s340/Por-amor-al-pueblo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="340" data-original-width="340" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6gvnV8cBxOUiZXLYxdLxafGy-WDPQb94dzZBoQACTijkVCRKDpzhlWy6dih2sBk35pWuMtJE2_wr4rAc4pEbaIhUhy6KgNhqNUak8re3PHyksY0lUWFXhK_Hm4hAPLTFUZAYE0nyC0hmhN9DD7HrkUkJH1sFlsXzI7kxk24vRkokaPesi0635IFz6jg/w320-h320/Por-amor-al-pueblo.jpg" width="320" /></a></div><br /><p><br /></p><p><br /></p><p style="text-align: justify;"> A eso del mediodía llegamos a la línea de artillería. No habían comenzado a disparar, pero estaban preparándose. El camino pasaba cerca de una batería, como dos docenas de obuses. Cientos de hombres pululaban por allí con un brío y una determinación que no había visto yo nunca en el cuidado de una máquina... </p><p style="text-align: justify;"> recuerdo que pensé que los hombres parecía que estaban sirviendo a las máquinas, como si las armas fuesen sus amos y los soldados sus siervos. Me vino a la memoria aquella película que vimos sobre Luis XIV, el Rey Sol, ¿te acuerdas? Aquel actor gordo y corpulento se limitaba a quedarse sentado, bostezando, mientras docenas de criados se afanaban en vestirlo, bañarlo y empolvarlo. Y el rey hacía como que no estaban allí, tal era la magnitud de su poder. Esas máquinas de guerra, esos horribles tubos negros con sus ruedas y sus pistones y sus palancas, eran los amos de los soldados. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-88689046450829305862022-03-23T20:12:00.002+01:002022-03-23T20:12:31.738+01:00Manuel Rico: Verano<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEj3VS1ag7nVvTwCWtxpC-QpGsHK2NVz2yVkCLR4i2QY4eYGLv_xfG4g9oqtO8905auyHyoPQqGhBezWDLNQ3wNhFixuZsPRnub3LYUd5btHr1aPp-EITwJCWIojtS2jnuFDw0O2XEeBCrO37lpuwEg2ZeWP0vQcPtUqfaVIK5AF9ExFjR7e4NH6KaUUkg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="1488" data-original-width="1000" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEj3VS1ag7nVvTwCWtxpC-QpGsHK2NVz2yVkCLR4i2QY4eYGLv_xfG4g9oqtO8905auyHyoPQqGhBezWDLNQ3wNhFixuZsPRnub3LYUd5btHr1aPp-EITwJCWIojtS2jnuFDw0O2XEeBCrO37lpuwEg2ZeWP0vQcPtUqfaVIK5AF9ExFjR7e4NH6KaUUkg" width="161" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Es esta una novela muy destacable que tiene una escritura de las que demanda la mejor literatura para serlo y contenta al lector que no devora páginas sino que busca las novelas para degustarlas. El autor es también poeta, y eso se nota a lo largo de las muy bien escritas páginas de todo el libro: aunque no se desdeña la frase hecha, la que engarza simplemente y la que es de puro trámite incluso, abundan en el texto las comparaciones jugosas, las descripciones con mucho sentido y la aportación personal del autor que delimita y ahonda con su propio lenguaje querido, bien desplegado en toda su rica paleta de brillo y musicalidad enteramente plausibles. Solo por esto debería hablarse más de Manuel Rico, mencionársele más, celebrar que haya escrito novelas como esta, que está muy por encima en cuanto a escritura de casi todas las que actualmente se publican, se leen y se destacan. Su prosa no es poética sino creativa, amplía la mirada del lector, lo emplaza a mirar mejor a su alrededor, logro que se da sobre todo en la novela realista, en la que está atenta al detalle de lo visto y conocido, y que no solo en la realista manera de contar debería darse, pues cuando se hurta a una novela, se le hurta la lector. No es el caso: Manuel Rico amplía, suma, detalla, ilumina incluso, sin recargar nunca y sin alardear jamás, algo que tampoco es fácil cuando de prosa de calidad se trata. </p><p style="text-align: justify;"> El verano y unos personajes que tienen un pie en el presente y otro en el pasado, en un tiempo que es el del final del franquismo y de la represión y de las luchas reivindicativas. Han dejado atrás lo malo y ya solo charlan, rememoran, son preabuelitos que narran batallitas acabadas. O no: de repente hay un suicida y un tipo que regresa de los años oscuros para moverse por escenarios con el telón sin caer, deshilachado pero aún opacador. Manuel Rico añade intriga y muchas buenas meditaciones a la novela, la saca del sopor en que a veces cae el realismo literario y la lleva a un territorio en el que algunos personajes deben sudar, sufrir, aguantar contradicciones, enfrentarse a miedos que siguen vigentes en el fondo de la mente y de eso que algunos llaman alma. La novela sale del espacio cómodo y arriesga y pone un pie en el precipicio, pues no está lejos de la senda que podría acercarla al folletín, a la vacua demanda del erizamiento de piel y de la emoción repentina y fácilmente borrable, al contarnos desde dentro lo que piensan los personajes —y hacerlo con voces que suenan diferentes en personajes que no se tratan a sí mismos todos de la misma manera— elude la fácil manipulación y la inanidad que vemos en muchos guiones televisivos, en películas de supuesto prestigio que son solo pálido reflejo y destello olvidable. Cuaja la narración en un cuadro bien distribuido y bien pintado sobre una época y lo que vieron algunas personas, no intenta imponerse como retrato generacional y aunque no se decide nunca por la contundencia sí se atreve a una condena necesaria y algo frágil pero no con pies de barro que no es un mal resultado a lo que de otro modo sería solo una terminación vaporosa y hueca tras acercarse a temas y sucesos dolorosos y trascendentes. Gran escritor y buena novela. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-23808161529229137292022-03-21T14:10:00.003+01:002022-03-21T14:10:56.758+01:00Blog recomendado: La mirada ajena, del escritor Manuel Rico<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjenTQQF4teMy1zQ7dwE7kLAo9fD4TfSxCW3mCGAO6R1oe2AAwZEsbOoVWfjhz6viekxXvoBFvO8i_O_8zeXBW-we3o6IZe4cvukA1Q2w7D6BkALDy2V7Ax9l7JZ5aDkgNEEQYrzolDUCt_LlwmN9K3GpBaRi_1AiC6e8PAmjzqUZKge_ydAZaf2Nfgrw" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="1488" data-original-width="1000" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjenTQQF4teMy1zQ7dwE7kLAo9fD4TfSxCW3mCGAO6R1oe2AAwZEsbOoVWfjhz6viekxXvoBFvO8i_O_8zeXBW-we3o6IZe4cvukA1Q2w7D6BkALDy2V7Ax9l7JZ5aDkgNEEQYrzolDUCt_LlwmN9K3GpBaRi_1AiC6e8PAmjzqUZKge_ydAZaf2Nfgrw" width="161" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;"> Ha publicado más de veinte libros: entre otros, las novelas "El lento adiós de los tranvías" (1992), "Una mirada oblicua" (1995), "La mujer muerta" (2000), "Los días de Eisenhower" (2002) y "Trenes en la niebla" (2005); de los libros de poemas "El vuelo liberado" (1986), "El muro transparente" (1992), "La densidad de los espejos" (1997), "Donde nunca hubo ángeles" (2003) y "De viejas estaciones invernales" (2006). En "Monólogo del entreacto. Cien poemas. 1982-2005" (Hiperión, 2007) recoge una amplia selección de su obra poética. Es autor del único ensayo sobre la totalidad de la poesía de Manuel Vázquez Montalbán ("Memoria, deseo y compasión", 2001) y de varias ediciones críticas. Ha escrito el libro de viajes "Por la sierra del agua" (GADIR, 2006) y "Verano´" (Alianza, 2008). Con posterioridad ha publicado "Espejo y tinta" (Bruguera, 2008), compuesto por dos novelas cortas.</span></p><p><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;"><br /></span></p><p><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;">Su blog está </span><span style="background-color: white; color: #222222;"><span style="font-family: helvetica; font-size: x-large;"><a href="https://manuelricomiradajena.blogspot.com/" target="_blank">aquí</a></span></span><span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial;">. </span></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-36694555585549030612022-01-30T20:28:00.003+01:002022-01-30T20:30:59.056+01:00John Steinbeck: Las uvas de la ira<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhDMlbvmwgMX-CCvNrJ2wTCEP3jp5yjfKFjkb-4AlVo3mivdrcHz6RGXpNgm8I0UdDKOZz36k0nu8wl9LHTl0k4q4c9fE8dpsFGWzydlPXL-x4AoiQHKbb6adNyyzmU-1Hrq2eEJcCLgt8hiFSj_Zln8oBJIWEMXxfJU4supccAzfnhPEX0hKjX2B__Ow" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="462" data-original-width="300" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhDMlbvmwgMX-CCvNrJ2wTCEP3jp5yjfKFjkb-4AlVo3mivdrcHz6RGXpNgm8I0UdDKOZz36k0nu8wl9LHTl0k4q4c9fE8dpsFGWzydlPXL-x4AoiQHKbb6adNyyzmU-1Hrq2eEJcCLgt8hiFSj_Zln8oBJIWEMXxfJU4supccAzfnhPEX0hKjX2B__Ow" width="156" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Si hoy me preguntaran cuál es mi novela preferida, contestaría que <b>Las uvas de la ira</b>, que he releído recientemente y me ha parecido mejor en todos los aspectos narrativos y políticos que la primera vez que la leí, hace muchos años, cuando ya quedé fascinado con ella. Nunca he olvidado el capítulo dedicado a la andadura de la tortuga por una carretera y su límites, ni la de la familia Joad por unos Estados Unidos abrumados por la falta de trabajo y buenos salarios, entre buena y mala gente, obligados, forzados, desesperados, con pérdidas irreparables y desilusiones destructoras. Preferida porque la adecuación del estilo con la historia no recuerdo haberla encontrado nunca más acertada, más indisolublemente unida, capítulo tras capítulo y casi frase tras frase. Steinbeck la escribió diciendo mucho, pero también sustrayendo mucho, siendo muy específico, sin divagaciones, escuchando las voces de los personajes antes de escribirlas, sintiendo cada escenario antes de plasmarlo en el papel, masticando cada comida antes de permitir que se la comieran sus personajes. Antes se le llamaba a esto escribir en estado de gracia, y quizá no sea una frase desafortunada, aunque más bien creo que Steinbeck supo sujetarse muy bien a lo que la historia le pedía, no alargó capítulos, no se excedió en ningún momento, y mostró justo lo que hacía falta para que cada personaje tuviera vida y un recorrido plausible. No todos están igual de bien dibujados, por supuesto, y alguno es ligeramente monocromático, pero pocos autores han hecho tan viva a una madre literaria —esa que lucha y quiere mantener unida a la familia por encima de todo y también sabe decirles adiós a los que tienen que partir, aunque se lleven mucho con ellos, incluida su alegría de vivir —, ni con tan pocas pinceladas tan fundamentales a unos niños que parecen casi siempre solo sombras de fondo en el cuadro, ni tan auténtico a un Tom que sale de la cárcel y nunca va a dudar en defender su verdad, y a un antiguo sacerdote que ve que la gente es su vida y lo apuesta todo por estar con los que necesitan pan y quien los defienda. Son muy reales estos personajes porque siempre están avanzando, creciendo ante el lector, que cuanto más los conoce, más los aprecia y más valora su verdad humana. Esa que es del grupo, no de un individuo aislado, gran lección de Steinbeck, porque todo lo que ocurre en la novela tiene razón de ser porque unas personas se encuentran con otras, se enemistan, se chocan o fraternalmente se acercan a otras, en las lindes de los caminos, en las cunetas, donde viven los derrotados del capitalismo. </p><p style="text-align: justify;"> Qué gran novela política, qué irrepetibles esos capítulos alternos dedicados a mostrarnos la crueldad del capitalismo y de los capitalistas, en los que Steinbeck arremete con fe humanista y reivindicativa contra un mundo de moral rota y motivos llenos de ponzoña en los que no hay más que un deseo: aprovecharse del otro. Con nobleza, frontalmente, sin ocultar nada y sin disfrazarlo, Steinbeck se vale de una prosa ajustadísima, lírica a trechos, acertadísima en imágenes y en ideas para mostrarse utópico y beligerante e inconformista y lleno de ira, creativamente lleno de ira contra lo que no se puede aceptar más que si tienes muerta el alma —sea lo que esta sea—. Con toda su fuerza de palabras y de situaciones vistas y analizadas, el gran escritor no duda en asestar todos los golpes, en señalar todos los defectos, en definir qué es la explotación y quiénes la ejercen y contra quiénes es ejercida sin ser nunca cruel ni sentimental, ni una cosa ni la otra, porque cuando se toca y se transmite la verdad humana no es preciso exagerar ni camuflar ni perder la voz con gritos ensordecedores: la diferencia entre esta y otras novelas de denuncia es que en <b>Las uvas de la ira</b> el autor estaba seguro del valor de su ira, de su narración hiriente y herida, y se dedicó a ser natural, a decir con naturalidad aquello en lo que creía realmente, que llevaba dentro y que defendía con rotundidad: no tuvo que esforzarse, que cuadrar, que perder tiempo dibujando y trazando un mundo al que no pertenecía, que le era ajeno, y se nota, vaya si se nota, pues las verdades se suceden en la novela con tal fecundidad que uno lee y para y relee, porque sabe que debe asegurarse de que no se pierde nada, pues todo es cierto y asumible. Y claro que no sabemos de los explotadores viéndolos de cerca, y claro que no es preciso: no queremos empatizar con esos señores ni entenderlos mejor, pues sus actos no los hacen acreedores de tales empeños por nuestra parte. Allá aquellos que lo echen de menos en la novela, que quieran siempre tachar de maniqueísmo lo que no tiene las caras del bueno y del malo presentes y bien visibles: se equivocaron de novela, pues aquí se trata de hablar y de clamar contra un sistema que destruye y se vale de las personas —qué menciones a los bancos, grandes culpables de lo que pasaba entonces y pasa hoy en día en este mundo de desigualdades atroces— como de marionetas, aunque estas se crean libres y victoriosas. Un sistema devorador y nunca satisfecho que usa a peones y se vale de los débiles para sentirse fuerte ante otros débiles, para armar sus fuerzas y oponerse fuerte e intransigente contra el vencido y el humillado. Ante esto, refugiarse en el maniqueísmo es ser sencillamente cómplice o idiota. </p><p style="text-align: justify;"> Mi novela preferida, hoy, quizá para siempre, porque a las personas de esta novela dan ganas de defenderlas y de comprenderlas, porque en la narración no hay palabras más que para la verdad, porque en su sencillez narrativa hay una comprensión tan genuina y tan grande del mundo de los de abajo que uno se siente entre ellos, como debe ser cuando se es lector e inconforme con este mundo de tantos vencidos y tan pocos triunfadores trascendentes, porque prefiero a este Steinbeck antes que a Faulkner por su nitidez expositiva, antes que a Dostoievski por la forma de narrar conflictos sin histerismo, antes que a Balzac porque todo es pujante humildad en el californiano. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-76608454228832327722022-01-21T14:09:00.004+01:002022-01-21T14:12:05.116+01:00Dolors Marin: Anarquismo. Una introducción<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpgFq3MUlXK89MLUR-0IQrysRYFIrOPAy2jOIXpYDyMV-c6dI2lyAGw_1M1aiTyqSsqGO7_njvxfYwMcsJXaKcu5174uvjOYIhyy72eXM-d0unPQTWd79TBGrM0btbn812xhpMHmE2HQB5/" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="960" data-original-width="605" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpgFq3MUlXK89MLUR-0IQrysRYFIrOPAy2jOIXpYDyMV-c6dI2lyAGw_1M1aiTyqSsqGO7_njvxfYwMcsJXaKcu5174uvjOYIhyy72eXM-d0unPQTWd79TBGrM0btbn812xhpMHmE2HQB5/" width="151" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> Qué poco se conoce el anarquismo, cuánto creemos saber sobre él no habiendo leído a sus pensadores y defensores, a los que han apostado todo por la Idea, qué fácilmente denostamos lo que parece tan sencillo, tan utópico, tan arcaico, tan inocente, tan violento, tan absurdo. Es normal: no se sabe qué es el anarquismo. Por eso, libros como este son tan necesarios, tan imprescindibles. En él se hace una entrada casi de urgencia en el tema y en sus pensadores, en la variedad de enfoques, de presencias, y se realiza con mano segura y sabia, conocedora y apasionada, algo inestimable cuando se trata de hablar de un tema, de un asunto, de un modo de ver la vida, de estar en la vida, de jugarse la vida. Porque el anarquismo tiene su historia, sus pensadores y su recorrido, y porque el anarquismo sigue vivo, ahora y aquí, en un mundo en el que cada vez menos importan las personas y no se ha cerrado la historia, ya que no se cierra ninguna historia mientras hay gente que sufre, está sola o no tiene dónde ir. El anarquista dice y pone en práctica, ese es el primer y casi único principio común de los anarquismos: querer ser y poder decidir ser, en comunidad y en igualdad, dando la espalda al dinero y al consumismo, a la jerarquía y al sometimiento. Deseos humanos, muy humanos. </p><p style="text-align: justify;"> No es un libro de fría historia ni solo para anarquistas convencidos. Ni una demostración ni una lección. Sería antianárquico. Es una invitación para que cualquiera mire y se mire, dialogue, comprenda y se comprenda mejor, vea que cada día hay quien sigue luchando y pensando en los demás, no solo en sí mismo. El anarquista es un ser generoso, no un tipo con una bomba en la mochila. Desterremos imágenes machacantes e inculcadas a machamartillo. Es asambleario, no clasista, y sumamente dialogante. Es un ser destinado a vivir en el grupo y por el grupo y para el grupo. No es un resentido ni un boicoteador loco. El anarquista vive en la calle, en novelas, en comics, en películas, es alguien que suma, que no tiene aspiraciones de ascenso social, que no actúa movido por el éxito y no se deja vencer por la derrota, porque su lucha no empieza y acaba en sí mismo. </p><p style="text-align: justify;"> Este libro, esta introducción, es muy buena para romper tópicos y descubrir verdades fundamentales que ya en muy pocos libros se encuentran. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-8364053355982881762022-01-13T13:25:00.000+01:002022-01-13T13:25:22.356+01:00Belén Gopegui: Rompiendo algo<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrOq-ro4gdShPRKLkQ9Sh8lFriGaw4ixZgZEkq0tt1ADUjq-JBZD13zNvpqxHGYo-RMZWDBv9aI3GgIIsJGJ3gr07D2QHIh4wtYKFBtmLQbKIXCtkKK9bHFY7pqVQXO2L7-DDgSwoP1_aQ/" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="" data-original-height="500" data-original-width="329" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrOq-ro4gdShPRKLkQ9Sh8lFriGaw4ixZgZEkq0tt1ADUjq-JBZD13zNvpqxHGYo-RMZWDBv9aI3GgIIsJGJ3gr07D2QHIh4wtYKFBtmLQbKIXCtkKK9bHFY7pqVQXO2L7-DDgSwoP1_aQ/" width="158" /></a></div><br /><br /><p></p><p><br /></p><p style="text-align: justify;"> Me sorprende que no se haya destacado el libro <b>Rompiendo algo</b>, de Belén Gopegui, como uno de los más importantes de entre todos los que se han publicado en nuestro país en los últimos años. Me sorprende porque sé que hay críticos y aficionados a la lectura y estudiosos y blogueros y escritores profesionales y escritores no profesionales que aún mantienen un criterio propio ante lo que se lee y se publica y se publicita y se defiende y se ataca con denuedo o con sorna o con desdén altanero. Me sorprende porque hay lectores y escritores y críticos que no se lo tragan todo a la primera y que leen por su cuenta, al margen de lo que el mercado y las listas de más vendidos y publicitados y comentados impone, exige o propone (depende del grado de obligación de cada lector, claro). Por hablar claro: más allá de comentar el último libro de Pérez Reverte (o su acometida contra algo que se le haya puesto enfrente a su gusto férreo y acerado), de Eduardo Mendoza (simpático y habitual), de Muñoz Molina (que respira literatura) o de Javier Marías (clásico vivo), o de cualquiera de los ganadores del premio mejor pagado, o de otros que triunfan con novelas para el entretenimiento y solaz del lector de una novela al año, la literatura española dispone de otros creadores y otros libros que están ahí para durar. Y <b>Rompiendo algo</b> está aquí para durar. </p><p style="text-align: justify;"> No soy un ingenuo. Belén Gopegui tiene talento, pero también ideología. Y una ideología muy clara: revolucionaria. Eso ya, de entrada, molesta y corta iniciativas de lectura y de comentario. Defender a una revolucionaria es ser lectora de una revolucionaria, casi su correligionaria. Uf, algo que a buena parte de los que leen y comentan libros ha de suponerles un ahogo, un dolor de riñones por la postura forzada, un exceso de parpadeos. Qué duda cabe: a Gopegui no se le puede hincar el diente y despachar un comentario sobre sus textos diciendo tan solo qué bien escribe, qué bien se expresa, qué arriesgada, qué diferente (algunos lo intentaron sin éxito con el Cortázar más combativo). A Gopegui hay que valorarla recurriendo a palabras más definitorias, más arriesgadas: lucidez, denuncia, revelación. Cuidado: hay palabras que queman, que quedan escritas en lo público para siempre. Defender a Gopegui y su deseo de revolución es añadir un músculo a esa revolución. Esto piensan amedrentados los pacatos, los que creen que la novela es psicologismo tan solo, los que no recuerdan que somos uno entre todos, que somos todos entre uno, los que temen, los que temen. </p><p style="text-align: justify;"> Pero leer <b>Rompiendo algo</b> exige algo de ingenuidad, de restablecimiento, de reposicionamiento, de humildad para empezar de nuevo y reconstruir, para desprenderse de hábitos y corduras que se han anudado a nuestras cabezas como parásitos, y eso yo no se lo pido (supongo que Gopegui tampoco) a todo el mundo. Desde que la psicología triunfante se empeñó en ser una variante de la autoayuda, desde que el sistema triunfó sobre la imaginación libre y decretó que el artista triunfa por sí solo (no tiene influencias, sino lecturas bien aprovechadas; no tiene una tradición detrás, sino un poso cultural potente; no continúa una labor, sino que se alza como icono libre en mitad del camino), desde que los medios de comunicación son la voz de su amo los bancos ya sin disimulos, ser humilde está fuera de la moda, significa ser tonto, no tener criterio propio, no ser nadie, y este es un pecado que no se perdona en una sociedad en la que aún se cree en el pecado. Ser humilde es salir derrotado a la calle, o a las redes sociales, cada cual en su mundo. Pero para el lector humilde ser humilde ante un texto valioso es fácil y placentero e instructivo, como se decía antes: te limpias la cabeza de tanta sandez reductora y declinante, te vuelves a ver con veinte años y aprendiendo, te descubres joven para siempre. Ver ideas es maravilloso, ver ideas en movimiento es maravilloso, ver buenas ideas en movimiento es cautivador, y en este libro hay ideas en movimiento cautivadoras que a mí me maravillan como me maravillaba ante otros escritos y escritores fundamentales cuando tenía veinte años. Así me ha impactado este libro de Belén Gopegui. Por eso, amigos que me me leéis ahora, buscad el libro de Gopegui, seguid el flujo de este texto e id a los textos que lo generan: nunca he sido más feliz siendo humilde. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-61293446617346183702021-12-10T20:00:00.001+01:002021-12-10T20:00:30.573+01:00Jorge Semprún: La segunda muerte de Ramón Mercader (fragmento) <div class="separator"><p style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img alt="La deuxieme mort de ramon mercader - broché - Jorge ..." class="detail__media__img-highres js-detail-img js-detail-img-high" src="https://external-content.duckduckgo.com/iu/?u=https%3A%2F%2Fstatic.fnac-static.com%2Fmultimedia%2FImages%2FFR%2FNR%2Fee%2F5d%2F01%2F89582%2F1540-1%2Ftsp20151203143106%2FLa-deuxieme-mort-de-Ramon-Mercader.jpg&f=1&nofb=1" style="display: block; height: 262px; width: 262px;" /></p></div><p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;">Cuando regresó de Kolima, en 1955, no solo no había reconocido Moscú sino que había encontrado la ciudad inhabitable. Literalmente invivible. La vida allí era gris, amorfa: una especie de desidia la había invadido como una gangrena. La gente vivía mejor, sin duda, pero vivían solos, cada cual encerrado en sí mismo, en el vértigo anónimo y mezquino de un mejoramiento individual de su suerte. Le habían hecho un lugar, desde luego, pero apartándose, tomando distancias. </p><p><br /></p><p><br /></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-16232007956898309402021-12-02T15:03:00.002+01:002021-12-02T15:15:45.103+01:00Adriano González Léon: País portátil
<div class="post-header">
</div>
<div class="separator"><p style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"> <img alt="Adriano González León, cronista y viajero urbano - Prodavinci" class="detail__media__img-highres js-detail-img js-detail-img-high" height="412" src="https://external-content.duckduckgo.com/iu/?u=http%3A%2F%2F32zpns2enzupmocql23zp9c1-wpengine.netdna-ssl.com%2Fwp-content%2Fuploads%2F2018%2F01%2Fpais-portatil-e1515598155318.jpg&f=1&nofb=1" style="display: block; height: 262px; width: 175.251px;" width="276" /></p></div><p> </p><p> </p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: 12pt; line-height: 107%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hubo un tiempo en
que se escribían novelas para presentarlas como armas porque
se tenía claro cuál era el enemigo: una dictadura, una sociedad injusta, una
institución opresiva. Entonces se sumaban muchos a la loa y la defensa (aun a
media voz), se alentaba al autor a decir las verdades que en la literatura tan
bien se expresaban y cristalizaban. Hubo un tiempo en que se escribía arriesgando
mucho, dando lo poco que se tenía, que era todo, en beneficio no solo del autor
y de sus elegidos lectores sino de todo un colectivo, toda una masa, esa masa
que tanto se ha despreciado, vilipendiado, manipulado después cuando
aparentemente el conflicto había acabado, la democracia se había restaurado, el
capitalismo había vuelto a ser el pacificador y creador de sueños. Hubo un tiempo
en que resultaba creíble que un tipo con una bomba en un maletín fuera defensor
de todo lo bueno y de todos los buenos oprimidos, fuera el que se sacrificaba
para despejar brumas y abrir nuevos horizontes que beneficiaran a casi todos,
porque entonces casi todos eran muchos y se sabían integrantes, porciones vivas
de lo que alimenta, sustenta una sociedad. En ese tiempo había novelas como <b>País
portátil</b>, de Adriano González León, que eran arma, literatura, amor y afán
de destrucción y reconstrucción y encarnaban algo noble, pujante, de verdad
libre y de verdad valioso. Muchos años después, ya se buscan otras lecturas de
libros como este, se los mira con condescendencia, se los acusa de ser demasiado
directos, demasiado políticos, y para no dejarlos caer y no negar del todo su
innegable valor se los lee con ojos actuales en los que ya no hay chispa más
que para el erotismo y el desdén por el pasado cercano que se quiere presentar ya
como muy remoto. Cómo no ver la creatividad inmensa de las páginas que están
escritas con largas tiradas de puntuación libre y cómo no ver el lirismo
genuino de esas otras en que el que ama siente que es más porque es mirado,
porque es tocado, porque es acompañado, porque es acariciado por quien no cree
merecer. Cómo no ver la crítica acerada a los que tuvieron galones y guerrearon
y luego mandaron sobre hombres y sobre todas las mujeres, que eran para ellos
objetos de obligada reverencia y aceptación. Cómo no ver la desilusión tan bien
expresada por quienes luchan y exponen sus vidas sabiendo que no habrá más
recompensa que un disparo en el pecho o en la cabeza después de las reuniones,
la pegada de carteles, los mítines instantáneos. Cómo no ver que hay tanta vida
ahí, que hubo tanto malgasto, que se cambió tanto para volver luego al punto de
partida y al disfraz y la persuasión para que los amos sigan siendo los mismos
de siempre, los mentirosos los ganadores y los usurpadores los rostros más
conocidos. Cómo no ver todo eso y querer negar que este es un gran libro, una
novela de alta categoría que ya no se encuentra activa en ningún catálogo editorial y
quizá por eso, por seguir viva y libre, no ha claudicado nunca. </span></p><p> </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-1684356472413711822021-11-02T13:00:00.003+01:002021-11-02T13:00:26.962+01:00Luis Goytisolo: Recuento<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHR4-IFUPvRz3y759DFilaWFCZc19y_N8uoHsGOSoP4BGZD7aYMLI_QLqY16alOoRxNcv8wswKjpZdngh3sbnq0gv7L7tuh3s5og4myShX95pbaYSgealpkXRIkV5TxrJ8vEq3NvNslt0Q/s1544/goytisolo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1544" data-original-width="1000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHR4-IFUPvRz3y759DFilaWFCZc19y_N8uoHsGOSoP4BGZD7aYMLI_QLqY16alOoRxNcv8wswKjpZdngh3sbnq0gv7L7tuh3s5og4myShX95pbaYSgealpkXRIkV5TxrJ8vEq3NvNslt0Q/s320/goytisolo.jpg" width="207" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"> Esta novela forma parte del ciclo <b>Antagonía</b>, es la primera y fundamental, un aldabonazo en la puerta de la literatura en lengua española que quien no haya escuchado debería esforzarse por limpiarse los oídos y centrar la atención si quiere saber de qué está hecha la mejor prosa y la mejor narrativa de nuestro país. Abrumadora es la creatividad que hay en estas páginas excepcionales, con tantas figuras vivas, palpitantes, con tan excelentes metáforas y comparaciones que son un alegre festín, nunca unos recursos de maestro impávido ni una acumulación vana de consultor de diccionarios y textos ajenos, que puedo decir sin exageración que la lectura de estas páginas son lo mejor que he vivido durante unos días. He recordado las primera lecturas deslumbrantes, los primeros gozos con un libro junto a una ventana, arropado por un silencio colaborador y aquietante, esos momentos maravillosos en que uno se ve y se siente amante de un arte, de la creación de otro que hace suya, que lo vuelve más real y más asentado en el mundo escogido, más dependiente y más libre que nunca gracias a páginas que vienen a darnos sentido y a habitarnos. He disfrutado como si fuera un adolescente -algo que el escritor nunca debe dejar de ser si pretende no perder la sana empatía y el necesario deslumbramiento ante las vivencias de otro-, he buscado las horas y he regresado a estar en esos ratos en que un libro lo era todo para mí.</p><p style="text-align: justify;"> Y es porque hay una búsqueda en esta magnífica novela, una búsqueda doble: la del creador y la del hombre: la del creador que va arrastrándose por un desierto duro hasta decir las palabras, hasta escribirlas y sentirse naciente escritor: la del hombre que tiene novia, tiene amigos, tiene un deseo de participar en la sociedad y en su inaplazable cambio de mentalidad y hábitos. Una búsqueda que no se conforma con la narración lineal, que no se conforma con la descripción caracterizadora al uso, con la profundización psicológica de manual básico, con la alineación clarificadora de elementos que devengan un todo armónico y liso, plano, a la postre muerto. Una búsqueda de autenticidad que no esconde una mentira de fondo, un disfraz corroído, sino que apuesta por la dificultad hermosa, por decir e interrumpir y retomar más tarde, por no ensamblar como si se estuviera en una mesa de montaje con ojos fríos y calculadores sino ante un material que es trozos de vida, fragmentos de existencia, un crecer y avanzar como en la vida se presenta y se da: sabiendo a ratos, intuyendo casi siempre, vislumbrando, con suerte vislumbrando y entendiendo lo que cabe en un dedal de memoria y razón. Con un criterio de impagable acierto, Luis Goytisolo logra este conjunto de inmortales páginas no tomando de otras novelas, no alimentándose de ellas, no copiándolas ni sustrayéndoles nada, no arracándoles raíces ni tallos sino dialogando con ellas, sobre todo con las del monumental ciclo proustiano en el que se recobra el tiempo perdido. No me importa perderme en una determinada escena, no saber quién habla, si estamos en el ahora o en el luego: el tiempo es relativo, al soñar vamos en todas las direcciones, al caminar por una calle y notar un olor viajamos cuarenta años hacia el pasado en un segundo. Me importa que no se me vacile, que no se me siembren pistas falsas, que no se me manipule como lector, y en esto nunca falla Goytisolo, pues no adensa las tinieblas y no hace fútiles juegos que más tarde serán artefactos tumefactos una vez caen de nuestras manos. Durante el largo proceso de intoxicación y desintoxicación política de Raúl, protagonista y también narrador del libro, en medio de párrafos inacabables y de chanzas de balanceante humor, es imposible no indentificarse con él, no reírse con él, no sentir perplejidad con él, y esto es lo mejor que puede decirse de un libro de narrativa, exigente en este caso, sí, pero porque la exigencia es exigida, porque la voz aparentemente enredosa se desenreda y aclara mientras se extiende, y se aclara, y se configura, y se musculiza y se hace duradera. <b>Recuento</b> es un recuento de lo que Raúl ha sido hasta el presente del libro y es también un andar creando camino, lo que diferencia enormemente este texto de otros semejantes, que son despojadores, devoradores, mientras que <b>Recuento</b> es creación fértil, lujuriosa, es amplitud y es libertad plena. Y, sin duda, una obra maestra de la literatura nuestra y de la literatura universal, amigos, y ¿cuántos pueden decir eso aquí y ahora? No leer <b>Recuento</b> es no saber que bajo una primera capa de placer y de sabor hay otra más firme y duradera, más varidada y estilosa, es comer corriendo y tragar como quien traga puños y bolas. Pocas veces en mi vida lectora he estado tan seguro de algo, pocas veces lo he afirmado con tanta convicción y tanta buena voluntad: Leed <b>Recuento</b>, leed<b> Recuento</b>. <br /></p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-185292416132657268.post-14601890193511957392021-09-24T19:52:00.003+02:002021-09-24T19:56:49.719+02:00Roberto Bolaño: 2666<p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglQa6etMJzzT85vaurKux3N0G4N7Umh2-spo3j25dYlZje592OA24faftH0hvToTv0uUeaZxZ5hFtXMfTvgnBe4CDerDNDOUTOuH0CbPdt7xsAX-fWLqJHXoculSZOAZVKRtTpkaWpUg4z/s500/bola%25C3%25B1o.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="316" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEglQa6etMJzzT85vaurKux3N0G4N7Umh2-spo3j25dYlZje592OA24faftH0hvToTv0uUeaZxZ5hFtXMfTvgnBe4CDerDNDOUTOuH0CbPdt7xsAX-fWLqJHXoculSZOAZVKRtTpkaWpUg4z/s320/bola%25C3%25B1o.jpg" width="202" /></a></div><br /><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> No tengo la sensación, leyendo a Roberto Bolaño, de estar ante un autor genial, quizá por lo que hay en sus textos de carga metaliteraria, de labor dimanada de la absorción de otros textos y otras maneras creadas por otros escritores, pero esto es algo que se percibe en muchos novelistas y en muchas páginas, cada vez más, de narrativa. Me gustan mucho sus largas tiradas que ocupan páginas enteras con un solo punto al final del párrafo, su estilo aparentemente seco y a ratos casi escuálido que cambia y se impregna y crece y se fortalece hasta volverse río poderoso y desbordante, con una voz que debe a otros pero es también propia, personal y con un punto mágico que hace que mil páginas no cansen, no harten, y que <b>2666</b> se lea con la pasión que ponemos en libros de 200 o 300 páginas. Me gusta su inconformismo, su sinceridad, su inteligencia bien aplicada -en la novela ser demasiado listo es ser pedante o imbécil, y por eso Bolaño nunca alardea-, su apuesta por sorprender en algunos finales y conclusiones que no salen de la nada ni a la nada vuelven, me sorprende y abruma su capacidad para crear personajes y caracterizarlos, hacerlos creíbles y vivos -lo que está al alcance de muy pocos-, para viajar a épocas y contar desde ellas con la facilidad con que la mayor parte solo lo harán de su propia época. Pero, sin embargo, no noto que haya una grandeza tras todo esto que me arrebate, como me pasa leyendo a Faulkner o a Javier Marías -por mencionar a un clásico incontestable y a un clásico actual-, y creo más bien estar ante un autor que suma, lo junta todo y apuesta fuerte más que ante un gran jugador, por usar términos muy ajenos a la literatura pero no tanto a las conclusiones críticas. Bolaño es imprescindible, estimo, mas no un gigante de las letras, como tanto insisten algunos. </p><p style="text-align: justify;"> Hay en esta novela varias casualidades muy novelescas que me enfadan, como todas las que encuentro leyendo a autores que me parecen de calidad notable. Un intento por cerrar un libro que acaso no debe cerrarse, que acaso no tiene ningún cierre posible tras más de mil páginas. Bolaño al final sucumbe al deseo del orden, de empaquetar bien, de administrar bien, y eso le resta libertad a <b>2666</b>, reduce a novela lo que quizá iba más allá de la novela, buscaba ir más allá de la novela. Bolaño no da el paso definitivo, no transgrede. La línea no solo no es pisada sino que no es borrada ni aplastada a pisotones. Porque Bolaño quizá temió o porque no supo a qué agarrarse para no acabar ante el precipicio. Es lo que digo: no logró ser eso que llamamos un gigante, no se lanzó al vacío para gritar en el aire mientras caía y rompía, desprecintaba, destruía para crear algo nuevo. Bolaño era un magnífico narrador, un excelente narrador, uno de los grandes narradores de su época, diría, alguien que salía victorioso de cualquier desafío ante los personajes de cualquier índole, nacionalidad y psicología: es su lado más valioso. <b>2666</b> tiene a varios personajes que ya son imborrables, que se acercan a lo mítico literario, que acercan a Bolaño a cimas que casi ningún escritor ve ni siquiera en lontananza, y así esta gran novela es de las que nunca se agotan, de las que invitan a la constante relectura, a tomarla por cualquiera parte. Y, sin embargo, no puedo decir que esta sea una novela maestra, un clásico del siglo XXI, pues para tal valoración necesito hallarme ante un libro que vaya más allá de lo que el pulso creativo de su autor parecía proponerle desde la primera página, más allá de lo que su imaginación le había dejado entrever al acabar de escribir las primeras veinte páginas, más allá de lo que el orden mental o en un guion había fijado cuando la novela no era más que un sueño. ¿Quiere esto decir que 2666 no es una novela total? Pues sí, a mí me lo parece: es un libro soberbio que habla de la violencia con un sentido casi inigualable, de los sentimientos con una lucidez encomiable, de las relaciones familiares con un despojo y una sinceridad nunca hirientes y siempre clarificadoras que aplaudo en todas sus páginas. Pero no dejo de ver que en su apuesta por la narración pura halla un freno, una pequeña cárcel para la mente liberadora, una contradicción que empaña parte de lo que acaso podía entreverse al principio del libro, al inicio de un viaje tan especial y diferente, tan enriquecedor y necesario. </p>Francisco Ortizhttp://www.blogger.com/profile/01399696449915737035noreply@blogger.com