Diálogo a tres

Mi abuelo dice:
   -Gran parte de la culpa la tienen todos esos supuestos izquierdistas tibios que se han pasado la vida sacando los trapos sucios de la izquierda, contribuyendo al descrédito de la izquierda, luchando contra la izquierda en vez de sacar los trapos sucios de la derecha, en vez de señalar los desmanes de tanto dictador de derechas sudamericano que aún campa suelto por ahí. Eso ya lo harán otros, me decían. Eso está más que sabido, me decían. Yo prefiero limpiar nuestra izquierda, señalar los errores y los excesos, a los tiranos de nuestra izquierda. Sí, eso me decían en las reuniones de café y en las reuniones de amigos, cuando no podíamos evitar hablar de política. Eso me decían y yo me quejaba: nunca el mundo estuvo mejor que cuando había una Unión Soviética, en parte, porque había un equilibrio de poder y la derecha no se atrevía a hacer recortes, no pensaba dejar el estado de bienestar delgado como un papel de fumar. No podían, porque estaban los otros, tan malos, pero con muchos servicios gratuitos. Ahora mandan los mercados, es decir, los que tienen dinero, los ricos de siempre, y la derecha los sigue a ciegas y les quita el dinero a los pobres y sigue dándoselo a ellos. Se buscan excusas: que si las primas de riesgo, que si la deuda del estado, que si los agujeros de los bancos. Bah. Nos quitan el dinero, nos quitan prestaciones sociales, nos quitan medicamentos y asistencia médica. Y el ahorro es para hacer más ricos a los ricos. Ya no hay miedo ni presión, ya no existe nada que los coarte. ¿No lo ves así, Manuel? 
   Mi padre dice:
   -Con Felipe González esto no hubiera pasado. Cambió el país de arriba abajo.
   Mi abuelo dice:
   -Bah. Y nos metió en esta Europa de ricos y pobres, no te engañes. Que no, hombre, que no. La izquierda se la han acabado de cargar todos esos tibios y deseosos en el fondo de tener puestecitos en periódicos, en televisiones, en estantes buenos de librerías, todos esos profesionales que solo eran de izquierdas de boquilla, moderados que ni carne ni pescado. Le dieron el último empujón y la tiraron terraplén abajo. No hay izquierda. Pero no les preocupa: tienen su carguito, su puestecito, su mesita en el periódico, su columna diaria y la semanal en los suplementos dominicales, su nombre para que la gente les compre sus libros aunque luego no los lean o los lean y no aprendan nada de nada, no se cuestionen nada de nada, se queden lo mismitico que si no los hubieran leído. ¿Es verdad o no, Miguel? Dime tú, que tienes ahora veinte años y te dices de izquierdas. ¿Cuáles son tus referentes? 
   Y yo contesto: 
   -No tenemos referentes, abuelo.