André Malraux: La condición humana

   


   Fascinante y envolvente novela en la que se habla mucho del hombre, del dolor, de la pérdida, de los ideales, de la lucha por las ideas y desde las ideas, La condición humana es una obra maestra de la literatura universal. Coincido una vez más con Vargas Llosa, uno de los mejores lectores y de los más honestos, que ya escribió hace un tiempo loando esta novela. Para él no es tan importante ahora el mensaje político -ya sabemos que se escoró irremediablemente hacia la derecha-, pero es sin duda la base que sostiene y le da fuerza a la novela: un mensaje comunista, aglutinador de meditaciones impagables y de visiones incorruptibles. También Malraux se alejó de su obra con su cambio de mentalidad, pero el libro no ha perdido un ápice de fuerza ni de entereza: tampoco de imagen trágica. Nunca se ha visto el comunismo en marcha, el comunismo verdadero: el que no oprime, el que no es usado para oprimir, el que libera de verdad y no es una mentira ni una trampa temporal. El verdadero comunismo es noble, no se basa en figuras políticas, coincide con algunos planteamientos cristianos, es algo aún por conocer y por sentir. Ese es el mensaje nítido y fuerte de esta gran novela, que tiene mucho dentro de filosofía pero tiene ante todo muchísima literatura, personajes sólidos y creíbles y varias escenas que se emparentan con el cine y lo superan por su hondura y su reflejo de verdad, no de superficie y brillo que deslumbra y luego se disipa. 
   Estremece seguir al creyente en unas ideas que va a cometer un atentado, cómo va dejándose ganar por la idea de que su fin último es inmolarse: es un terrorista. Estremece escuchar al padre del ídolo caído que no encuentra motivo para seguir viviendo y aún medita sobre la misión del hombre sobre la Tierra, bajo el sol y el cielo que no son comprensivos y sin embargo son absolutamente receptores. Estremece ver caer a los que han creído en que algo cambiaría, que han luchado y han puesto su vida por delante de sí mismos, como si el escudo fuera el hombre y no lo que protege o antecede al hombre. Estremece ver a la mujer sola, que quiere compartir el destino trágico y es rechazada por el héroe insensato o injusto. Estremece la prosa de Malraux, de frase contenida y más que literaria, esencial para contar lo que a un puñado de seres vencidos les ocurre en los últimos momentos, cuando la fe es espejo roto y la voluntad un castigo de las fuerzas restantes: una prosa de una altura pocas veces igualada, que aúna lo que se le pide a la ficción: verdad y trascendencia.  
   Es La condición humana un libro que es una piedra que no se romperá por más que ruede.