Jean-Paul Sartre: La edad de la razón

La libertad no te la dan, sino que tienes que conseguirla. Aunque vivamos con la falsa impresión de que nacemos en un mundo libre, la libertad la obtienes si decides correctamente, sin engañarte, sin falsear tus emociones, conociéndote, valorando a los que te rodean. Es lo que nos dice Jean-Paul Sartre en este libro que acabo de releer y que sigue pareciéndome un texto vivo, insuperado, una invitación a sacudirse la apatía y a profundizar en cuestiones que a todos nos atañen. A Sartre se lo ha demonizado, se preocupan muchos de recordarnos sus flagrantes errores, sus desvíos de lo correcto y lo afortunado. En estas sociedades de falsas libertades, de banquismo y de capitalismo salvaje, volver a leeer a Sartre le sitúa a uno de nuevo en umbrales que aún no hemos cruzado libremente, le devuelve a lugares que hemos dado por sabidos y que no son ni mucho menos la palma de nuestras manos, sino el pozo insondable de nuestra mente, de nuestro orgullo, de nuestra razón. Atrás quedaron los ídolos, las idolatrías, y la distancia nos ayuda a separar lo auténtico de lo falso, lo arcaico de lo vigente, lo espurio de lo esencial. Sartre cometió grandes errores, pero sus aciertos son y serán siempre mayúsculos para quien se quite los velos y mire con los ojos bien abiertos. 
La edad de la razón es una novela magistral. Se perciben ecos de Faulkner, la prosa tiene arrebatos líricos y una ductilidad muy saludable. Cuenta en ella Sartre las vicisitudes de Mathieu, profesor de filosofía que ha de tomar una decisión moral: casarse con una mujer a la que ha dejado embarazada o conseguir el dinero para un aborto a manos de un médico fiable. Su libertad personal está en cuestión, sus bandazos mentales -ahora esto me parece lo mejor, ahora me parece lo mejor justo lo contrario- reflejan a la perfección la incapacidad de algunos intelectuales para elegir; su relación imposible con una joven alumna es una vía de escape, de fuga que no tiene más visos de realidad que el momento siguiente, el anhelo posterior, el logro del ahora mismo. Mathieu se debate contra sus dudas y el tiempo apremia. Lo acompañermos para conocer al hermano de la alumna, liado con una veterana cantante que lo ama con la desesperación de quien ama por última vez; a un homosexual amigo de Mathieu que se entrega a sus secretas relaciones sexuales con odio y con violencia, como a tantos les ocurrió en un pasado en que tenían que ocultarse y se flagelaban por ir contra lo que la sociedad sancionaba como correcto; a la amante de Mathieu, sensible y quieta, callada y sumisa y con un deseo sólido: tener el niño. Los personajes están muy próximos unos a los otros y la vez muy separados, algo que brillantemente nos muestra Sartre con monólogos perfectamente situados en el largo recorrido de la historia, que es pura literatura, alta literatura, pues ya digo que La edad de la razón es una novela magistral, una de las mejores del pasado siglo, que permite una lectura absobente, apasionada, emocionante y participativa, pues no habrá lector que no se sienta reflejado en las zozobras del protagonista, que no ponga al aire, como él, sus ideas al respecto de un aborto, una boda, un amor tranquilo o un amor loco. Esa magia precisa, de narrador de fuste, la posee por completo el repudiado escritor francés, humillado y azotado por tantos defensores de la libertad sin tacha, de la libertad plena y real: lástima que esta no nos la haya traído aún nadie a la puerta de nuestra casa, ni políticos ni legisladores ni ejecutores de la leyes.
La edad de la razón, por muchos motivos, es una novela que no está parada en los estantes, que corre libre y con mucho por comunicar. Es de las que sobreviven a todos los anatemas y desengaños.