Sobrevivir, vivir






Toda nuestra vida está marcada por la ansiedad respecto a la seguridad personal y a la realización de lo necesario para poder sobrevivir, de manera que realmente nunca llegamos a vivir en absoluto.

Liev Tolstoi








Imagen: Retrato de Liev Tolstoi, de Ilya Efimovich Repin ( 1887)

Novela negra y cine negro

Os invito a visitar el otro blog en el que escribo para leer este texto:

Eduardo Gallego Cebollada: El sentimiento de culpabilidad en "Última noche en Granada"

"Última noche en Granada", en la Universidad de Zaragoza






Comparto con vosotros esta noticia que me llegó hace tan sólo dos semanas:



Uno de los trabajos propuestos en la asignatura de Teoría de la Literatura (en el Grado de Filología Hispánica de la Universidad de Zaragoza), que imparte el profesor Alfredo Saldaña a los alumnos que cursan 1º, es el estudio de la novela Última noche en Granada, de Francisco Ortiz.

Fish Tank, de Andrea Arnold

Descarnada historia en la que se evita vagabundear por caminos conocidos y se lleva al espectador a conocer a una chica de quince años que es capaz de amar a un adulto, luchar por soltar a una yegua presa exponiéndose a que le den una paliza, darle un cabezazo a otra chica de su edad en una corta discusión, insultar a su madre, negarse a ir al colegio y desear ser bailarina todo en una pieza, en una sola e interesante persona que podría ser la hija de un vecino o la amiga de uno de nuestros hijos. La cámara la sigue, es testigo de lo que ocurre desde cerca, nos muestra muchas veces su cara, falta de expresiones definitivas, aturdida, a la espera de algo que la emocione, como a toda ella, que parece vivir entre una nada cotidiana a la que se ha acostumbrado y un deseo pálido, sin nombre, de algo más. Si uno ve la película sin prejuicios, sin someter a las imágenes a una censura callada que puede surgir de nuestra manera de ver la vida, de estar en la vida con unos principios y una educación determinada, se soprenderá y aprenderá, compartirá con la chica y querrá a veces dar un paso atrás, como ocurre en tantos instantes en la realidad que espera fuera del cine. Es una película valiosa y sincera, que no le tiene miedo a ningún tabú, que nos obliga a dar un salto fuera de nosotros y nos recompensa con el recuerdo de alguien muy vivo y creíble. Seguro que algunas imágenes -acaso las más tiernas- nunca se os olvidarán.

Sánchez Dragó y las niñas

Entristece ver que el asunto Dragó se ha convertido, una vez más, en un duelo entre los dos partidos con más votantes de España. El escritor sostiene ahora, después de lo publicado en un libro que él firma, que nunca se ha acostado con menores de edad. Quieren los integrantes del Partido Socialista que no aparezca más en Telemadrid, que al parecer está en manos del Partido Popular. Y quieren los defensores de Dragó que den la cara los que hace poco defendieron a Polanski, el director de cine condenado por un asunto parecido, a los que acusan de doble moral. Viva la idiotez, viva el poder, me dice mi amigo Luis Castillo, con una sonrisa triste en su cara teñida de ironía y de desprecio a partes iguales. Desprecia Luis a un Dragó que se vanagloria por escrito de haberse acostado con niñas: Es algo tópico, pero real, me dice, pues yo en estos casos sólo pienso en los padres de esas niñas y ahí me quedo. Se entristece Luis al comprobar una vez más que aquí no se sufre con el sufrimiento ajeno, que en este mundo capitalista y despiadado donde prevalece el sávase quien pueda no se sufre al ver a chiquillas de trece años prostituyéndose, y el tema es si debe contarse o no quiénes son sus clientes. Hace poco, cuando unos mineros chilenos quedaron atrapados en una mina, no se habló de las duras condiciones de los mineros y no se planteó si puede hacerse algo por mejorar esas condiciones: se hizo espectáculo y se buscó el filón, como siempre, pues incluso ya están rodando una serie de televisión en nuestro país, que emitirán rapidito -dice Luis-, antes de que la gente olvide y se centre en otra historia más actual: qué mundo este, en el que todo caduca a una velocidad vertiginosa, ufff.
-¿Tú firmarías, como José Luis Garci, Albert Boadella, Gustavo Bueno, Fernando Savater, Juan Bonilla y otros un manifiesto en contra de la quema de libros que ha sido impulsado a raíz del asunto Dragó?- le pregunto a Luis Castillo
-No soy escritor ni tengo honores intelectuales- me contesta-. Pero, desde luego, no firmaría nada en el contexto actual. No firmaría nada que resultase a favor de Dragó. Pienso en los padres y en los que me parecen más débiles. No estoy con el PSOE ni con el PP, y por supuesto no estoy con Dragó. Si yo hubiera afirmado tal cosa, lo que ha dicho Dragó, iría a meterme en un rincón muy oscuro, ya fuera en serio o en broma lo que dije. Hay temas que están por encima de los escritores, de los partidos políticos, de las opiniones interesadas. Hay temas que están por encima de lo que creamos y pensemos. Y la defensa de un niño, de un inocente, está por encima de todo lo que pensemos y digamos. No le vale ya a Dragó con pedir perdón. El daño, en serio o por crear o mantener una pose, está hecho. Yo buscaría ese rincón oscuro y me metería en él. Conozco a algún niño maltratado, conozco a algún niño que se ha quedado en puertas de abusos por parte de adultos, y pienso que una de las grandes lacras de nuestro tiempo es el abuso sexual contra los niños, que quedan marcados de por vida. Me da igual si el niño consiente o se lo ha enredado. Siempre he pensado que, si un día se le va a alguien la cabeza y piensa salir a la calle a despachar a unos cuantos a tiros para matar su frustración, espero que le quede un resquicio de lucidez y lo aproveche para volarse esa cabeza en mal estado antes de disparar contra nadie. Y si a alguien le vienen ideas que lo llevarán a cometer abusos contra menores, que aproveche un rato de lucidez y se haga unos cuantos cortes en sus partes nobles que se lo impidan. Estoy harto de egos, de justificaciones vanas, de tipos agarrados al sillón y a su falsa lucidez.
-Qué contundente, Luis.
-Es bueno recordar de vez en cuando que hay cosas y personas que merecen la pena más que nuestras cosas y nuestra propia persona. Es sano y ayuda a seguir viviendo más sanamente.


Foto: Willy Ronis