Julio Cortázar: Clases de literatura

 


   La humildad y la bonhomía de Julio Cortázar resplandecen en estos textos que recogen unas clases que el maestro dio en Berkeley (California) cuatro años antes de morir. Allí, en los Estados Unidos, durante las charlas con los alumnos, brilló el carácter sencillo y transparente de un escritor que no quería ser como los otros escritores, que abominaba de las academias, que tenía como mayor satisfacción recibir cartas de sus lectores y no premios ni reconocimientos, y que se quejaba de que se escribía mucho sobre los autores consagrados y se dedicaba poco tiempo a estudiar críticamente la obra de los que estaban empezando. Una humildad mantenida durante toda su existencia, tan singular que hoy debe a muchos escritores resultarles marciana en estos tiempos de autoproclamados y de viajeros de sí mismos tan abundantes y sin conocimiento del rubor ni de la vergüenza. Cortázar pone de ejemplo en sus clases sus propios relatos y novelas porque vienen al caso de lo que habla, se excusa y queda claro que utiliza sus textos porque es lo que mejor conoce. Y acepta las preguntas y hasta alguna crítica de los alumnos sintiéndose uno más entre ellos, joven entre los jóvenes, el que invita a pensar y a debatir y a ir más allá de lo que él propone, que ha de considerarse siempre punto de partida y no final de trayecto. De nuevo es muy interesante escucharle decir qué es para él lo fantástico, cuánto hay de fantástico en su visión del mundo y en su propio mundo, en su vida cotidiana. Y de nuevo subyuga escucharle hablar de Rayuela, de cómo se fraguó, de la Maga, de las limitaciones de Oliveira, y cómo me gusta que señale los errores de su propia novela, y que entre en el mundo de Libro de Manuel a continuación para llevarnos del yo al tú y del tú al nosotros. Nunca, nunca se cansa uno de saber más de Cortázar, nunca se cansa uno de leerle. Al contrario que a muchos otros, a mí se me van quedando en el olvido muchos grandes autores leídos cuando era joven y en cambio Cortázar cada vez me parece más sólido, más necesario por su apuesta decidida por hacer buenas preguntas y no dar respuestas con insalvable fecha de caducidad.