Belén Gopegui: Lo real

   


   Los que son diferentes arrastran una pesada carga, porque han de demostrarlo y están sujetos a revisiones minuciosas. A Belén Gopegui le pasa esto: es diferente y su literatura es observada minuciosamente para confirmar o desmentir que autora y creación coinciden en ser diferentes. Lo digo desde el principio: es diferente y lo demuestra, lo corrobora con cada nueva novela. Lo real es una de las mejores que ha escrito: tiene un personaje inolvidable, escenas de gran literatura, descansos líricos que nunca son desmayos, y sobre todo una visión de nuestro mundo valiente, de ojos limpios y palabra clara, de argumentación sólida y fácilmente seguible, acierto este no menor cuando se trata de una autora comprometida. 
   Admiro a Belén Gopegui desde La escala de los mapas, la considero imprescindible y con una lucidez como solo he visto en unos pocos autores críticos.  Es además profunda sin abrumar, consigue que lo literario esté a la altura de lo denunciado o lo defendido en igual de condiciones (¿cuántos más lo han conseguido en la historia de la novela?), tiene una prosa dúctil sin dejes y no desdeña entretener, ya que sabe que el género pide horas pero también disfrute. En nuestra literatura, Belén Gopegui es una rara avis, quizá -ya es hora de decirlo- una maestra única que no pertenece a ninguna escuela determinada y que acaso ya ha fundado una sin ser del todo consciente: hay otros que también miran con ojos críticos la realidad, pero ninguno es tan constante, tan acertado, tan independiente y tan buen escritor, por eso la considero maestra. Admiro a Belén Gopegui porque es una escritora de una calidad extraordinaria, porque me ayuda a ver qué es la realidad, porque me recuerda que la literatura sin riesgo es sueño y excusa. No me incomoda, siempre me mueve la silla, me tira de un párpado, me da un golpecito en el pecho con escenas que no esperaba y que a veces tienen mucho sentimiento dentro. 
   Lo real es una novela excepcional, meticulosa, abierta, plural, sincera, equilibrada y tan invitadora a vivir como un amplio paisaje al otro lado de una ventana grande. Se mueve por cauces conocidos y por espacios que no resultan extraños, y sin embargo nunca habla de lugares comunes, nunca se entrampa con actos doblegadores, nunca discursea ni miente utilizando a los personajes ni poniéndolos en un brete de que solo podrían salir mediante decisiones premasticadas. ¿Como lo consigue?, se pregunta uno mientras analiza, porque el que suscribe también es un (modesto) creador. Y la respuesta no tarda en aparecer: pensando y haciendo lo mismo, siendo ante la escritura como es ante la vida, siendo ante el mundo narrativo como es ante el mundo real. Por eso, Lo real resulta de una apariencia real irrebatible, algo al alcance de unos pocos maestros de este arte, como Onetti, Balzac, Oates, Highsmith, Dostoievski, que también fueron y son sinceros consigo mismos hasta el final de sus días. Gopegui tiene que seleccionar, sí, tiene que usar la ficción, sí, pero su ficción no es un telón y no opaca; su ficción no es una ropa espléndida que busque el deslumbramiento de la apariencia; su ficción tampoco es una estrella que da brillo después de muerta sino una pequeña llama que late infatigable al borde del camino. 
   A veces uno tiene la tentación de no leer más novelas, de dedicarse a leer libros de ensayo o de viajes, a leer novelas de ciencia ficción porque vivimos en un mundo con internet y aparatos que ofrecen mucho solo con sacarlos del bolsillo, y pese a eso tiene la suerte de volver a leer a Belén Gopegui y recordar que las relaciones de poder y sociales solo en la novela pueden ser vistas con perspectiva y con empatía y agradece y lee libros como este que son más reales que las pantallas y que los hilos que traen a nuestras vidas otros mundos que se han emponzoñado de ficción y mentira porque son solo la voz de su amo.