Lev Tolstói: Sonata a Kreutzer

  


   La grandeza de los mejores escritores rusos no deja nunca de sorprender. Con la sencillez propia de las grandes almas que no tienen que ir pregonando sus bondades por doquier pues están al servicio de los demás y no de la vanagloria propia fueron capaces estos autores de escribir obras que verdaderamente nunca morirán y que no precisan de muchas páginas ni muchos personajes para ser absolutamente memorables. Esta novela es un buen ejemplo. Breve, directa, con una confesión dentro que revela el dolor de los celos y el daño de los celos, la desconfianza en el otro y el desconcierto ante lo que no se controla según ciertas normas, deja un discurso sobre un asesino que mata a su esposa sin conocerla, sin saber verla hasta el momento en que ya es demasiado tarde absolutamente magistral. Es muy necesario leer estas páginas y llegar al momento en que el asesino reconoce que hasta el momento final no se dio cuenta de que su mujer era un criatura humana. Revelador y sobrecogedor testimonio. 
   Tolstoi escribió otras obras más largas y quizá mejores, pero este pequeño libro nos pone a todos ante muchas verdades que viven los matrimonios, ante muchos miedos y desengaños y momentos de falta de sensibilidad y de empatía. En absoluto parece algo superado y con visos de objeto histórico. Por supuesto, no está escrito para que nos sintamos reflejados en un asesino, pero sus meditaciones no son desdeñables: las ideas del autor emergen aquí pujantes y razonadas en todo momento, podrán o no compartirse pero no cabe duda de que son parte de un testimonio muy humano, sinceramente humano. Seguramente, sin este libro no habría existido la obra maestra de Sábato, El túnel, y tampoco otras novelas en que un asesino habla de su crimen sin omitir ningun detalle culpabilizador. Como pionera, mantiene todas sus cualidades intactas, y ha viajado muy bien en el tiempo sin perder ningún valor porque no solo es esencial en la forma, sino en su certero contenido.