Siempre, con sereno orgullo, menciono entre mis influencias como escribidor a Alberto Moravia, el grandísimo escritor italiano. Estoy convencido de que no hay apenas autores mejores que él, tan decisivos y tan ejemplarmente atentos a lo que vieron en su época. Y, por encima de todo, cabe destacar dos valores insuperables de su literatura: la precisión balzaquiana en rodear de objetos y de acciones verosímiles y plenamente demostrativas de su carácter a los personajes de las novelas, por un lado, y por otro la extraordinaria y fidelísima plasmación de lo que el deseo y la pérdida del mismo suponen para las mujeres y para los hombres, eso que es motor y gozo y felicidad y desdicha y condenación según los casos y según los avatares de la vida de cada cual.