Mario Benedetti: Como un ladrón

   



   He aquí uno de los mejores relatos en lengua hispana del siglo XX. La profundidad de las meditaciones, las controversias que se plantean, la elección de un tema como la fe y la creencia en futuras vidas del alma hacen de él algo esencial y escalofriantemente premonitorio, pues aunque se escribió hace muchos años, su vigencia es absoluta y penetrante. También la elección del narrador en primera persona es muy acertada, pues así nos llega la historia como un testimonio, no como un cuento de una voz fría o razonadora. 
   Y si digo que es uno de los mejores no es en vano: en pocas páginas se cuenta toda una novela, hay personajes intensos y acciones imborrables, y dudas, sobre todo muchas dudas, que es lo que define y definirá siempre al hombre, privado de certezas definitivas porque si no dejaría de ser una creación pensante y autónoma, viva y en la encrucijada. El personaje tiene que tomar decisiones, una de ellas muy definitoria, y ante los umbrales de la desconfianza y el remordimiento tiene que optar siempre por una sola vía, equivocarse y rectificar o seguir adelante sabiendo que está equivocado y persiste en no cambiar y no asumir la destrucción que provoca todo yerro. Y es como cualquiera de nosotros por eso, nos representa a todos, activos o pasivos, lúcidos o idiotas, libres o atados a otras personas o a otras ideas que no alimentan adecuadamente a nuestra esencia. 
   Mario Benedetti, humilde, sincero, era un coloso de las letras pero no se vendía como tal: sensibilidad manda. Relatos como este deben aparecer en todas las antologías de mejores textos del siglo XX. Y si no lo recuerdan los que las planean, peor para ellos.