Siri Hustvedt: Elegía para un americano (La mano del padre)

   


   Los recuerdos permanecen vivos, muy vivos dentro de nosotros. Y la literatura es un espejo inmejorable para que se reconozcan y floten ante nuestros ojos plenos y cargados de emoción. Solo una frase de esta novela, que empieza inmejorablemente, tanto en lo narrativo como en lo que a la trama se refiere, ya vale para que muchos recuerdos me asalten y me emocionen otra vez al recuperar una imagen imborrable. El narrador habla de la última vez que estuvo con su padre, en el pequeño cuarto de la residencia de ancianos, y de cómo su progenitor le apretó la mano antes de irse. Y yo recuerdo la última vez que estuve en la residencia de ancianos en la que estaba Emilio, mi padre, y la última vez que lo vi antes de regresar de urgencia porque estaba muriéndose y, como comprenderéis, el nudo en la garganta es inmediato. 
   Cuando a algún despistado o a algún idiota le escucho decir que la literatura, la novela no sirven para nada, ganas me dan siempre de espetarle: Será tu tu vida la que no vale para nada, o tu memoria, o tu sensibilidad atrofiada. La novela que perdura es siempre inteligencia y espejo.