MArio Benedetti: Retrato de Elisa

 

   Volver a Benedetti es volver a la realidad, a lo que es real de verdad, sin imposturas, sin mixtificaciones ni engolamientos, sin adornos necios ni misterios vanos, sin falsificaciones adustas consistentes en mostrar un lado de lo real hurtando los otros lados (algo a lo que, dicho sea de paso, tan frecuentemente se ha entregado el periodismo de hoy en día, que suprime lo importante y muestra solo lo estruendoso, dice ser imparcial y carga políticamente de arriba abajo cuanto nos envía desde pantallas y tabloides con una arraigadísima concepción inmovilista y amarillista muy, muy descarada). Retrato de Elisa no aparecerá nunca en una necrológica corriente, que siempre es un espejo esquinado. Tampoco en una rememoración nostálgica de mejores tiempos pasados. Porque es un dura (aunque matizada en la melodiosa voz del narrador por una ironía impagable y muy equilibradora) descripción de la madre sin sentimientos, que pare hijos a los que considera muñecos de barro; de la suegra déspota y malmetedora (tan común como las piedras en los zapatos en días de viento); de la mujer seca de espíritu y de dinero pero no de nombre y de pasado relumbrante y muerto. Dura y tan real que parece no un relato, sino una memoria al filo del camino, en la hora amarga del descanso a media tarde con el estómago demasiado hinchado y deseoso del eructo y la liberación socarrona.