Antón Chéjov: Enemigos

  



   Impresiona el sentido de verdad de los relatos de Chéjov, su acercamiento a zonas de la realidad que, con las palabras justas y las decripciones adecuadas, parecen muy ciertas y no suenan a literatura, a logro literario, a acierto de autor. Así como a menudo me cansa mucha música que no me hace olvidar el instrumento de que se vale y no me impide escuchar florilegios de un violín o de un piano, también hay mucha literatura que me fatiga al no lograr que las palabras sean algo más que un alarde o un pesado utensilio y no una vía. Enemigos tiene al menos dos imágenes inolvidables: la del niño muerto en un cuarto derrotado y exhausto tras el fallecimiento y la de dos hombres que se ven por primera vez después de hablar a oscuras. La primera imagen es música pura, es lamento puro. La segunda es como un golpe sonoro que no daña pero sí se queda alojado en un espacio infatigable de la memoria. 
Dos vidas, una decisión moral, un desengaño y una ira que no deaparecerá: un relato realista y pleno de simbología que hoy sigue hablándonos con vigor de lo que son las clases sociales, las jerarquías y la imposibilidad de perdonar aunque se tenga el alma blanca.