Benito Pérez Galdós: Trafalgar

 


   Si bien la primera parte de la novela abunda en detalles picarescos durante la narración de los más jóvenes años del protagonista, Gabriel Araceli, y en otros con finos y no tan finos destellos de humor, cuando se aborda la batalla, Pérez Galdós se presenta como un narrador de una destreza y una creatividad inmensas, como la propia mar donde se desarrollan los acontecimientos, y es fácil emocionarse durante las horas de lucha, derrota, sufrimiento y dolor de los que perdieron ilusiones y vida en tan famosa batalla. Y digo emocionarse porque el autor narra con verosimilitud, un realismo cercano y nada exagerado y un sentimiento vívido el destrozo y la sangre derramada mediante una hábil y natural adjetivación que llena de color y de emociones el texto como pocas veces he visto antes en ningún libro de aventura, acción o misterio, o de cualquier otra clase. Imagina Gabriel que los barcos son seres vivos, ve una luz en el buque principal que se hunde mientras se aleja de él, la sangre en la cubierta, y su narración no es épica ni torcida hacia el entretenimiento, sino un cuadro exacto y sensible que acongoja por su veracidad y por el perfecto equilibrio de guerra y humanismo que ofrece en unas páginas maestras, sin duda de un maestro mayor de la literatura.