No es fácil dar fin a un relato cuando se parte de alguna premisa compleja, como es el caso de este cuento. Una mujer es subastada para conseguir dinero con que pagar las deudas de su padre y cae en manos precisamente de quien arruinó a su progenitor. Jack London se enfrenta a la historia como Sartre a sus novelas, de una manera diríamos que existencialista, es decir, teniendo en cuenta qué es el ser humano, cuáles son sus motivaciones y cuáles son sus miedos, de dónde viene y a dónde va : el porqué de la existencia. Por eso, London cuenta el pasado de la mujer india, que se crió entre monjas en una misión después de morir su madre y que se vio obligada a abandonar con dieciocho años para cuidar a su viejo padre. No extrañó el cambio y se adaptó perfectamente a vivir con el cacique indio, entregado al despilfarro, las fiestas y también la más generosa hospitalidad. De él aprende a ser alegre, vitalista y desapegada del amor al dinero que a tantos corrompe. Como le ha ocurrido a Porportuk, que le ha prestado dinero a su padre durante muchos años y ahora ve llegado el momento de que se rindan cuentas. .
No es fácil acabar un relato como este sin caer en la cursilería -el enamorado de la mujer anda tras ella, sin un centavo, pero dispuesto a todo para tenerla a su lado-, la brutalidad -resolviendo a tiros el cuento, con una pelea entre los que pretenden a la mujer-, la simplicidad -con un final feliz que serviría a los detractores de London para seguir afirmando que es un autor para adolescentes-. No revelaré aquí cómo resuelve London el problema, pero os anticipo que sorprenderá a casi todos los que lean el relato. Y no es un final rebuscado, sino muy lógico dentro de la narración, atrevido y diferente , y dejará en todos los lectores un recuerdo y una sensación permanentes.