Jack London: el silencio blanco

   


   Compasivo, defensor de la amistad pura y de los derechos de la mujer, realista y en absoluto hurtador de lo crudo de la existencia humana en este inolvidable relato, Jack London es uno de los autores que lectores de amplias miras como yo queremos recuperar para el lector adulto porque no solo lo admiramos, sino porque seguimos aprendiendo de él con la lectura y relectura de cada uno de sus cuentos y sus novelas. El silencio blanco es uno de sus clásicos, un relato para las mejores antologías, una referencia en la obra de Jack London y en las historias de aventura. Está narrado en una tercera persona que se acerca mucho a los personajes, que los quiere y los observa con ánimo cálido, que se muestra conocedor del sufrimiento y de la muerte, de la penuria y de la desesperación: es la voz de Jack London, del que también sufrió, lo pasó realmente muy mal y no dejó de mirar con aprecio a sus semejantes ni en los peores momentos ni en los mejores, cuando la fortuna le sonrió y pudo alejarlo de sus humildes orígenes y de su hondo deseo de un mundo más grato. Pero para llegar a ese otro mundo hay que ver primero este, saber qué está mal, qué daña y qué curte al hombre, qué lo transforma y qué lo endurece, qué lo hace ver dentro de sí profunda y - si es posible- noblemente. Para esta tarea contamos con relatos como el presente, este El silencio blanco que es un ejemplo de cómo contar con pocas páginas mucho, de cómo emocionar sin caer en lo fácil y blandengue, de cómo mencionar a Dios sin futilidad, de cómo hablar de la muerte y elevar una imagen imborrable -el árbol como tumba-, de cómo inscribir una hermosa y terrible historia en ese espacio inmortal al que tan pocos escritores tienen acceso. 
   Jack London es uno de los más grandes creadores que han existido, un narrador que sabía efectuar la síntesis y el despliegue envolvente en pocas páginas, y aunque se le quiere orillar sacando defectos a sus logros menores y minimizando los mayores rastreando fallos, como también ocurre con Pío Baroja, uno de los grandes narradores del siglo XX, no necesita más que a nuevos lectores que lo mantengan vivo y presente, y esto es sin duda algo que se me antoja que nunca será cauce menor, sino río desbordante, de lo cual me congratulo y celebro, porque la literatura que sirve a lectores como yo está más allá y más allá de lo que dictan las normas, las sanciones de los críticos y la fría letra académica: la literatura a la que nunca le volveré la espalda es la que, como la de Jack London y Pío Baroja, dice verdades y las dice con pasión, se arrima al ser humano para ser su compañero y nunca su verdugo, es la que extrae del corazón de los que viven un mensaje que va a los libros y estando en los libros sale de los libros y entra en los corazones de los que han leído esos libros. Es la literatura que se suma a la experiencia del lector con tanta fuerza que deja de ser ficción para convertirse en experiencia personal. Y se aposenta en un lugar del que nada podrá arrancarla si no es arrancando el corazón y la memoria del agradecido, venturoso lector.