Mario Benedetti: Inocencia





   Tener quince años y desear ver a las chicas desnudas por primera vez, y a escondidas, porque el placer es doble y el secreto convierte la experiencia en doblemente gozosa. Dos chicos lo intentan, colándose por el respiradero de un club hasta llegar al lugar desde donde pueden ver las duchas y a las chicas que se desnudan y se meten bajo el agua. El que narra -en un primera persona que nos acerca a él y vuelve inmediato, casi palpable lo que cuenta, pues además se apoya en un presente de indicativo táctil y presuroso- es vencido al final por el pudor, sobre todo cuando se aproxima la chica por la que siente algo, a la que no desea, sino teme a la postre ver desnuda: recato y temor invencibles que son producto seguramente de un tiempo ya concluido, en el que el desnudo era un valor íntimo, codiciado, un cristal frágil, que podía romperse fácilmente, reducirse a añicos. Benedetti vivió los rigores de aquella época, quien esto escribe también, aunque mucho después, y no cuesta entender que alguien arriesgara su vida para ver lo prohibido, lo vedado, lo soñado o inventado acaso, porque había poco en lo que basarse para dibujar con la mente y con el deseo. Y el que ahora lea este relato, con quince años y en el siglo XXI, no necesitará mucho para ser un muchacho de aquel tiempo gracias a la sensibilidad y a la sencillez expositiva del gran maestro uruguayo, comprenderá -por si lo ha olvidado- que la inocencia forma parte del ser humano lo mismo que la ira, la rabia, la indolencia y la petulancia. 

Mario Benedetti: Sábado de gloria

 


   Su mujer está enferma, muy enferma, y mientras él la observa, en el hospital, recurre para que las horas sean más leves a juegos de superstición: vivirá si el número de baldosas es impar, vivirá si antes de contar diez el reloj suena. Y cuando agota esos juegos, y con la desesperación en aumento, piensa si debe rezar, él, que no cree en Dios, sino que tan solo tiene la esperanza de que Dios exista. Y aguarda para conmover a Dios con su honradez, y luego reza dura, desesperadamente. Así transcurre la tarde de un hombre al lado de su mujer enferma, gravemente enferma. Y después la noche. 
   La sencillez del relato, la perfecta estructura, el perfecto encadenamiento de lo que ocurre y de lo que piensa el narrador, el nacimiento de sus pensamientos mediante asociaciones con hechos recientes y otros del pasado, la limpieza con que se muestra el padecimiento, la manera de no incurrir en el tremendismo ni en lo innoble del sentimentalismo chabacano llevan al lector a sentirse involucrado, cómplice, y a tener la sensación de que asiste a un momento importante, crucial y renovado, logros literarios que solo están al alcance de los autores verdaderamente inmortales. 


                                                                                               Ilustración: Toni Vila

Mario Benedetti: El presupuesto

 


   En una oficina que sobrevive con un presupuesto estatal, los empleados tienen muy claro que han de gastar solo lo imprescindible, que no pueden endeudarse en exceso, no pueden comprar a plazos demasiadas cosas porque sus ingresos son muy limitados. Cuando les llega el rumor de que acaso haya pronto un nuevo presupuesto, y con eso un aumento del sueldo de los empleados, uno de ellos, el narrador, dice que de repente descubre que tiene la necesidad de comprarse una lapicera.  Lo ha sabido así, de golpe, nada más enterarse de que se avecina una subida de sueldo. Ah, el capitalismo, las ilusiones del empleado, los sueños plasmados en cómodos plazos: nadie como Benedetti habló del hombre medio, del que es como tú y como yo, al otro lado de esta pantalla. Nadie lo hizo con tanta sencillez, con tanta literatura de la buena como única arma a esgrimir, con tanta verdad aplastante, logro que es el más difícil en ocasiones en un buen relato, pues pocos saben observar con una mirada limpia y fiable, despojada de presunción y de egocentrismo, empática y bienintencionada, aunque el tema no se preste a celebraciones, sino al análisis inaplazable y a la crítica inmediata y saludable.