Mario Benedetti: Inocencia





   Tener quince años y desear ver a las chicas desnudas por primera vez, y a escondidas, porque el placer es doble y el secreto convierte la experiencia en doblemente gozosa. Dos chicos lo intentan, colándose por el respiradero de un club hasta llegar al lugar desde donde pueden ver las duchas y a las chicas que se desnudan y se meten bajo el agua. El que narra -en un primera persona que nos acerca a él y vuelve inmediato, casi palpable lo que cuenta, pues además se apoya en un presente de indicativo táctil y presuroso- es vencido al final por el pudor, sobre todo cuando se aproxima la chica por la que siente algo, a la que no desea, sino teme a la postre ver desnuda: recato y temor invencibles que son producto seguramente de un tiempo ya concluido, en el que el desnudo era un valor íntimo, codiciado, un cristal frágil, que podía romperse fácilmente, reducirse a añicos. Benedetti vivió los rigores de aquella época, quien esto escribe también, aunque mucho después, y no cuesta entender que alguien arriesgara su vida para ver lo prohibido, lo vedado, lo soñado o inventado acaso, porque había poco en lo que basarse para dibujar con la mente y con el deseo. Y el que ahora lea este relato, con quince años y en el siglo XXI, no necesitará mucho para ser un muchacho de aquel tiempo gracias a la sensibilidad y a la sencillez expositiva del gran maestro uruguayo, comprenderá -por si lo ha olvidado- que la inocencia forma parte del ser humano lo mismo que la ira, la rabia, la indolencia y la petulancia.