
Pero, claro, los gustos están para que venga alguien y nos los cambie, los altere, los modifique y nos abra a nuevos gustos. Leyendo a Iris Murdoch -me reservo el nombre del libro, espero hablaros de él más adelante- encuentro un estilo que no da la espalda a algunas frases hechas que me incomodan, a párrafos que son un puente, un camino necesario para llegar a otros donde el lucimiento aguarda, conmueve, casi hechiza. Son párrafos de transición que uno, amigo de la esencia y del menos es más, mira con cierto desdén, tolera y corre en busca del nuevo descubrimiento, del hallazgo deslumbrante. Son párrafos escritos usando la tercera persona. Pero no defrauda Iris Murdoch. Qué gran escritora, qué sabia creadora de personajes y de situaciones. Y qué talento, amigos. He aquí un ejemplo sobresaliente:
Un chico y una chica están sentados juntos en el suelo. No saben que se atraen, aunque ese hallan solos en un cuarto. Escribe Iris Murdoch: " Continuaban mirándose, sus penetrantes e inquisitivas miradas se disolvían en una especie de visión cegada". Y concluye el inicio del afortunado encuentro así: " Sus labios [los de él] rozaron ligeramente la mejilla de Sefton. Vio que cerraba los ojos. Cerró los suyos. Sus labios [los de ambos], moviéndose con apremio, pero con callada precisión, como pájaros volando en la noche, se encontraron un segundo".
Magnífico, ¿verdad?Foto de Iris Murdoch: Chris Davies / ArenaPAL