El lenguaje, las palabras precisas, me parecen esenciales en una novela. Con recelo, abro los libros antes de traérmelos a casa y leo algunas líneas, escudriño en el lenguaje elegido por el autor, me retraigo cuando topo con palabras que me parecen poco apropiadas para una narración, cuando el estilo es lo que menos le importa al escritor al que estoy valorando al vuelo (porque soy consciente de que solo se trata de una valoración precipitada, urgente, como cuando conoces a una persona y pretendes en un minuto decidir si te caerá bien o mal el resto de la vida). Reconozco que el lenguaje cercano a lo poético es el que prefiero, el que me gana con prontitud y sin demora. Así como las narraciones en primera persona, ya que me creo más el tono, lo que se me cuenta, entro más fácilmente en la perspectiva.
Pero, claro, los gustos están para que venga alguien y nos los cambie, los altere, los modifique y nos abra a nuevos gustos. Leyendo a Iris Murdoch -me reservo el nombre del libro, espero hablaros de él más adelante- encuentro un estilo que no da la espalda a algunas frases hechas que me incomodan, a párrafos que son un puente, un camino necesario para llegar a otros donde el lucimiento aguarda, conmueve, casi hechiza. Son párrafos de transición que uno, amigo de la esencia y del menos es más, mira con cierto desdén, tolera y corre en busca del nuevo descubrimiento, del hallazgo deslumbrante. Son párrafos escritos usando la tercera persona. Pero no defrauda Iris Murdoch. Qué gran escritora, qué sabia creadora de personajes y de situaciones. Y qué talento, amigos. He aquí un ejemplo sobresaliente:
Un chico y una chica están sentados juntos en el suelo. No saben que se atraen, aunque ese hallan solos en un cuarto. Escribe Iris Murdoch: " Continuaban mirándose, sus penetrantes e inquisitivas miradas se disolvían en una especie de visión cegada". Y concluye el inicio del afortunado encuentro así: " Sus labios [los de él] rozaron ligeramente la mejilla de Sefton. Vio que cerraba los ojos. Cerró los suyos. Sus labios [los de ambos], moviéndose con apremio, pero con callada precisión, como pájaros volando en la noche, se encontraron un segundo".
Magnífico, ¿verdad?Foto de Iris Murdoch: Chris Davies / ArenaPAL