Estaba en la sección de libros, mirando las portadas y cogiendo quizá alguno para leer unas líneas. Yo había leído "Accidentes íntimos" y había escrito un relato en la línea de esa prosa centrípeta y misteriosa de Justo Navarro que no le gustó a la editora de una revista de Almería y que nunca vio la luz. Admiraba a Justo Navarro y empezaba a alejarme de los libros de Antonio Muñoz Molina, a quien había idolatrado y tenido la oportunidad de conocer y tratar brevemente, en varias conversaciones y un almuerzo (en compañía de mi amigo Juan Herrezuelo). Dudé pero me acerqué a él, con una voz que era un susurro le pregunté ¿Eres Justo Navarro?, y él me contestó con otra voz igualmente débil y tímida. Hablamos unos minutos, yo le dije que era primo de Aurora Luque, a quien sabía que él trataba en Málaga, pues ningún mérito más podía exponer para que me prestara un poco de atención y no me despachara o se encerrase demasiado deprisa en su casi palpable soledad retraída.
Esta mañana he leído un poema del nuevo libro de Justo Navarro y ha vuelto este recuerdo y ha despertado mi admiración por este escritor granadino de gran talento y prosa nada repetitiva, imaginativa, creativa e inimitable:
Curriculum vitae
Acabé los estudios con facilidad y honor.
Empecé a trabajar sin la mediación de mi padre.
Fui a Londres y volví. Encontré a mi padre
más callado que nunca, más
enmudecido y más mutante,
avergonzado
de envejecer, de haber envejecido.
Esperaba en la puerta
del Hotel Alhambra: le había
caído encima una sombra, igual que cambia
la luz de un día espléndido por un
movimiento invisible de una nube
casi invisible, aunque la nube
desaparece y vuelve el esplendor, y la sombra
de encima de mi padre no se iba.
-No queda en ti nada de ti -me dijo.