Camilo José Cela: Marcelo Brito

 


Marcelo Brito es un ejemplo de la narración y la plasmación de ideas diamantinas de Camilo José Cela, un relato donde todo está a la vista y brilla con un fulgor intenso, nunca deslumbrador en vano y siempre con una claridad expositiva que induce a algunos a pensar en facilidad excesiva y es en verdad claridad de ideas y economía de medios magistrales, casi inigualables. Cela se vale de una voz que le habla al que recoge la historia – el propio autor- utilizando magníficamente su buen oído para la narración oral y le añade una elaboración netamente literaria que alarga la frase sin forzarla y ajusta la intensidad y el tono con una pericia de hábil escultor que extrae y define sin error y sin violencia ni exhibición. Durante algunos trechos me ha parecido escuchar ecos de Faulkner y no he sentido disonancia alguna.

   Típico de Cela es que a la emoción la contrapese la dureza, que a la medida sentimentalidad la compense la crueldad, que al lirismo lo endurezca la crudeza, y todo eso está en este relato que es realista y que cuenta tristezas de gente de pueblo, con una muerta por un hachazo y una pena por niños que mueren siendo demasiado pequeños, y así  vemos que el equilibrio es tan perfecto para que no sobresalga nada con filo de risco que la admiración crece y crece ante la escritura del gran maestro. Este relato es antologable, de esos que deben estar en los libros que quieren contar el siglo pasado con historias reales y ciertas, aderezadas de la mejor literatura y que sirven de crónica de un tiempo que refleja muy bien la pobreza, el atraso, la indefensión en una época que cualquier sociedad ha visto o verá en algún momento de su existencia. Es un relato tan perfecto que uno siente alegría y un cierto encogimiento como escritor, pues se sabe ante la creación de un absoluto gigante de las letras, inimitable y vivísimo.