Fernando Aramburu: Patria

   



   Se ha hablado mucho de esta novela desde que se publicó, ha obtenido varios e importantes premios y se vende con una frase en la portada que afirma que se trata del mayor fenómeno literario de los últimos tiempos, exageración que confunde venta y popularidad con calidad literaria, pues no es Patria una obra maestra, ni mucho menos, ni introduce elementos en nuestra literatura que sean novedosos. Se trata de una buena novela, que está cerca de ser notable pero que incurre en algunos defectos puramente literarios que no pueden ocultarse: un exceso de costumbrismo, la endeble creación de algunos personajes -el terrorista, el padre y la madre- y ante todo un final que no tiene sentido creativo y parece impostado porque no tiene un proceso anterior que en la narración lleve a la conclusión que encontramos. Una vez más, el autor lleva a los personajes por donde quiere y los obliga a ir donde quiere, una vez más el autor está por encima de los personajes y los mueve a su antojo sin más, como en un cuento para niños. 
   El mayor acierto de este libro es el uso intercalado en la narración del monólogo interior, y es un acierto muy grande, mayúsculo, creíble, y con un sentido pleno teniendo en cuenta el material con que se maneja el autor, pues ante todo Patria es una novela de personajes, una novela de conflictos familiares, y Aramburu sí es un maestro en esto: no hay nunca choque, extrañeza, apegotamiento ni adición innecesaria cuando los personajes están ante nosotros, los lectores, cuando repasan su vidas, cuando están solos y cuando están acompañados: aciertos que elevan la categoría de la novela y la acercan a esa valoración de notable que más arriba anoté. Pero hay quizá un exceso de páginas, un desequilibrio entre lo que se nos cuenta de las vidas particulares de cada uno y la vida en la cárcel del terrorista, donde el autor pasa com de largo a pesar de su enorme importancia, lo reduce a algo formulario, como si cumpleira un trámite. 
   La novela aborda un tema muy delicado, el del terrorismo, y busca mostrar buenos sentimientos, deseos de reconciliación, de pasar página, pero no hay una formulación literaria sólida, tan solo un deseo mostrado sin el poso necesario de la reflexión profunda materializada en escenas demostrativas y una caída en la argumentación epidérmica, con lo que el final se antoja postizo y se vuelve quizá inane, muy alejado de lo que planteó Doris Lessing en La buena terrorista o Liam O´Flaherty en Insurrección, libros en los que se veía desde dentro la transformación y el arraigo que unas creencias violentas hacen en personas que van a lanzarse hacia actos definitivos  convencidos en lo más hondo. Este libro habría sido mucho mejor si el enfoque se hubiera parecido al que Joyce Carol Oates utiliza en Un libro de mártires americanos, en el que el final, parecido al de Patria, sí resulta creíble y nada forzado. De cualquier manera, tiene grandes cualidades y es un libro recomendable e incluso necesario y hay que felicitar a su autor por no mirar hacia otro lado y buscar en la literatura preguntas que no somos capaces de formularnos correctamente en nuestras vidas por culpa de la prisa y de la sobreabundancia de información en que estamos inmersos.