Juan Herrezuelo: Las flores suicidas






   El título de este libro, que es también el del cuento más extenso de los cinco que contiene, proviene de una greguería de Ramón Gómez de la Serna: «Entre los carriles de las vías del tren crecen las flores suicidas». Ese largo relato cierra una suma de historias que parecen haberse reunido alrededor de la imagen del ser humano expuesto en toda su fragilidad a la locomotora cada vez más acelerada y descomunal del acontecer histórico, a veces de manera individual, a veces como grupo, a veces incluso como especie. Son relatos en los que la incontrolable propagación del miedo colectivo, el desengaño, la derrota, la dificultad para distinguir entre realidad y ficción, la angustia que provoca la pérdida de un empleo, la tenacidad de un padre, la magia de la radio o el estupor ante el alcance de los estragos medioambientales no se presentan al lector con los ropajes de la mera especulación narrativa, ni tampoco se limitan a formar parte de una única versión de lo real, pues hay en todos ellos esa voluntad de establecer un juego de ilusiones con el lector que es constante en la obra de Juan Herrezuelo.