Jack London: Amor a la vida

   


   Impresiona la odisea del hombre perdido en una tierra desolada, sin apenas charcos de los que extraer algún pez, sin apenas animales a su alcance para alejar el hambre: London narra poniendo nombre a las sensaciones, a todas las sensaciones, y describe el hambre con precisión casi científica (plenamente literaria, no obstante) y los desvanecimientos y el arrastrarse de alguien que acaba por ser prácticamente un gusano sobre la tierra y nota que lo inunda una marea que es la muerte por inanición pero a la que no se entrega pese a todo porque la vida prevalece sobre su humanidad vencida y debilitada hasta lo más pequeño: el amor a la vida del inconsciente, de algo que está en los genes de todos los que viven, maldición o mandato divino que está por encima de la conciencia y del esfuerzo y de la personalidad y, al fin, de todo: impresiona la lucha de este hombre, pero sobre todo impresiona lo bien que lo cuenta Jack London adjudicando un nombre a cada debilidad, a cada padecimiento, a cada sima al borde de la nada.