La monja libertaria (Libertarias) es la
novela de un autor al que pronto se ha olvidado, aunque tiene en su
haber un libro al que convendría volver: Memento Mori. Mala suerte
ha tenido Rabinad, que no perteneció a ningún grupo literario (o al
que no quisieron incluir en ninguno, aunque poco costaba) y era
ácrata, lo cual tampoco se ve que hace ganar muchas simpatías en un
mundo apegado a la desmemoria y al bando victorioso. Como buen amante
de la mejor literatura, en La monja libertaria recurre Rabinad a
varias técnicas, enfoques y perspectivas para contar con mucho humor
y mucha ideología la historia de una monja a la que liberan de la
religión y sobrevive entre milicianas libertarias en la guerra civil
española. No trata Rabinad de hacer una obra canónica y un cierto tono ligero y el esperpento son las armas más y mejor utilizadas a lo largo del texto, acaso porque sabía que
solo con ironía y desacralización podía narrarse esta historia
imposible, pero muy efectiva y muy bien urdida, con personajes vistos
un poco a vuelapluma y centrada en las peripecias íntimas y menos
íntimas de la monja con un fusil a la espalda.
Que la novela se abra y se cierre con
citas de Bakunin que se contestan y se continúan es una declaración
de intenciones evidente para que nadie se llame a engaño. Rabinad apoya su mensaje en la farsa, apela a logros mayores de nuestra gran literatura clásica y remueve y le da vuelta al paisaje y al paisanaje como todo buen anarquista que se precie. Nunca olvida que tiene una novela entre manos y que nadie espere un tono panfletario ni arrogante ni discurseador: aquí toman voz los personajes más inesperados, el humor lo embarga todo, es la pólvora que se dispara entre líneas.
No diré que La monja libertaria
es una gran novela, aunque encierra fragmentos de precisa
sensibilidad y se asienta en una creatividad encomiable, pero no es
menos que una obra distinta y atrevida, un caso raro, lúdico y nada
vano al que espero que, como a su creador, no se le echen más
paletadas de injusto olvido encima.