Otra tierra, De Mike Cahill

La idea de partida no puede ser más apasionante: Otra Tierra, exactamente igual a la nuestra, en la que además están unas personas que son otras y a la vez nosotros mismos, o al menos como nosotros, con los mismos nombres y el mismo pasado. Pero el director y el guión no se aventuran al espacio para adentrarnos en una historia de ciencia ficción, sino que, por el contrario, orillan todos los tópicos previsibles, todos los artefactos, y nos presentan a unos personajes sometidos por un hecho del pasado que para ella será motivo de arrepentimiento, pesar y dolor; y para él, nada menos que el deseo, el impulso de desaparecer, de morir junto a su mujer y su hijo, a los que perdió en un accidente ocurrido por culpa de ella. Esos dos seres heridos se encuentran y, con una banda sonora diferente, con ruidos y sin apenas romanticismo superficial, se comunican y se abocan a quererse o a destruirse.
 
Los planos de la cara de ella, cercanos en ocasiones y desnudos, sin artificios, nos ayudan a adentrarnos en lo que piensa una mujer que trabaja de limpiadora y que se sabe una más, marcada por el accidente pero también por algo que ya nunca cuajará, nunca la llevará lejos de sí misma, nunca le permitirá superarse, saltar una barrera que todos tenemos impuesta por culpa de nuestros sentimientos equivocados y nuestras limitaciones de ambición y anhelos de superación.
El rostro de él, que se nos hurta al principio, es el de quien se ha hundido en la nada que es la vida cuando solo te tienes a ti mismo, y por eso vemos más el gorro que siempre lleva puesto y su perfil hosco. Atina a dar órdenes porque se mueve a impulsos, no se extraña de las visitas raras porque está angustiado y sumido en un espacio en el que todo es raro, él es raro para sí mismo por el simple hecho de seguir con vida tras despertar del coma.
Sundance acertó premiando a esta película que discurre sin aceleros, reflexiva, y tiene a otro personaje conmovedor, que, como los mejores personajes, plantea preguntas y no da respuestas fáciles:  el viejo indio. También el final es abierto, porque esta historia no es un blockbuster, sino una meditación.