Desacelera cuando quiere y como quiere Javier Marías en la narración de esta novela, se entretiene y divaga -es un experto en la divagación inteligente y con sentido, aunque este no sea vea de inmediato siempre, pero se verá seguro a la postre-y hasta parece emboscar la historia que cuenta, ocultarla tras unos árboles de palabras que podrían no dejar ver el bosque del relato, el sentido del mismo, la fascinación de lo que tenemos entre manos. No sé si es algo voluntario del todo, si es una manera de alejarse de la perfección temida o presentida, una concesión sin enturbamiento que no se resuelve en flecos ni en hilachos sino en una sincera mostración de límites humanos y literarios. Eso me convence, pues la voz enjundiosa del que narra y la visión amplísima y totalizadora la llevaría a despeñarse en su cometido creativo y sin duda a resultarnos cansina, agotadora en su búsqueda de la perfección. Javier Marías establece para sí mismo unos límites y nos los muestra, no los corrige y resulta más creíble seguir a Jacobo Deza cuando a ratos se embrolla aparentemente, se obceca en sus obsesiones, se demora quizá en exceso, se contrae. La novela, la historia, aunque pasada, parece ir creándose ante nuestros ojos de esta manera, resulta más creíble y sincera.
Como en la primera parte, poco ocurre en este "Baile y sueño", son pocas las escenas, muy pocos los personajes, muchas las meditaciones, los enhebramientos de ideas, las yuxtaposiciones, y con ello Marías nos lleva hacia un territorio en el que la novela es algo que supera el estadio primero de narración y hecho y se sirve de la filosofía, de la historia, del ensayo a ratos y en fragmentos siempre -no se piense en una novela llena de nada que no sea siempre tamizado mediante el mayor gusto literario- para dar un paso adelante y rastrear en las conciencias de personas de nuestro tiempo y de otro muy cercano y que creó el nuestro. El libro nos deja páginas de altísimo valor cuando nos habla del miedo y de las maneras de sufrirlo, de la traición y de su encaje en la vida cotidiana, de la derrota y de la dignidad de quien no se sabe derrotado por dentro. Progresa en la plasmación de escenas y símbolos poderosos, como en la de la violencia cuando un personaje amenaza a otro con una espada antiquísima o en la de la contemplación de un personaje a distancia que baila tras las ventanas abiertas de su piso, y si hay que adjudicarle un error podríamos apoyarnos en la excesiva caricaturización del personaje de De la Garza, en quien se vuelcan algunos tópicos que habrían requerido un humor distinto o una desvertebración que evitara el tipismo.
"Baile y sueño" es inferior a la primera parte o libro y su interés aumenta conforme avanzamos en su lectura. Incluso los misterios de fondo parecen más interesantes cuantas más páginas dejamos atrás. Eso, que no es baladí en una novela que no se centra en la narración pura y dura, atestigua que la capacidad creativa de Marías es amplísima, variadísima. Con su perfecto dominio de los saltos temporales, tan parecidos a los golpes de efecto de las novelas de misterio por otra parte, en algunas de los cuales se van dejando las escenas inconclusas y se alternan con otras (en este caso con meditaciones, puntos de fuga que no son nunca vanos ni tramposos) que a su vez también quedan inconclusas hasta que unas y otras se dan la mano para concluir o se prestan elementos conclusivos, la voz narradora construye ante nuestros ojos y rememora y se parece a la de alguien muy real, logro que solo los novelistas de raza tienen a su alcance.