
Como en la primera parte, poco ocurre en este "Baile y sueño", son pocas las escenas, muy pocos los personajes, muchas las meditaciones, los enhebramientos de ideas, las yuxtaposiciones, y con ello Marías nos lleva hacia un territorio en el que la novela es algo que supera el estadio primero de narración y hecho y se sirve de la filosofía, de la historia, del ensayo a ratos y en fragmentos siempre -no se piense en una novela llena de nada que no sea siempre tamizado mediante el mayor gusto literario- para dar un paso adelante y rastrear en las conciencias de personas de nuestro tiempo y de otro muy cercano y que creó el nuestro. El libro nos deja páginas de altísimo valor cuando nos habla del miedo y de las maneras de sufrirlo, de la traición y de su encaje en la vida cotidiana, de la derrota y de la dignidad de quien no se sabe derrotado por dentro. Progresa en la plasmación de escenas y símbolos poderosos, como en la de la violencia cuando un personaje amenaza a otro con una espada antiquísima o en la de la contemplación de un personaje a distancia que baila tras las ventanas abiertas de su piso, y si hay que adjudicarle un error podríamos apoyarnos en la excesiva caricaturización del personaje de De la Garza, en quien se vuelcan algunos tópicos que habrían requerido un humor distinto o una desvertebración que evitara el tipismo.
"Baile y sueño" es inferior a la primera parte o libro y su interés aumenta conforme avanzamos en su lectura. Incluso los misterios de fondo parecen más interesantes cuantas más páginas dejamos atrás. Eso, que no es baladí en una novela que no se centra en la narración pura y dura, atestigua que la capacidad creativa de Marías es amplísima, variadísima. Con su perfecto dominio de los saltos temporales, tan parecidos a los golpes de efecto de las novelas de misterio por otra parte, en algunas de los cuales se van dejando las escenas inconclusas y se alternan con otras (en este caso con meditaciones, puntos de fuga que no son nunca vanos ni tramposos) que a su vez también quedan inconclusas hasta que unas y otras se dan la mano para concluir o se prestan elementos conclusivos, la voz narradora construye ante nuestros ojos y rememora y se parece a la de alguien muy real, logro que solo los novelistas de raza tienen a su alcance.