Es una imagen que depara un interés aumentado porque se trata de una famosa actriz. Llora y su llanto consuela a muchos de sus desgracias particulares, anónimas, cotidianas, incomunicadas. Se paran a ver los ojos de Lindsay Lohan para comprobar que no fingía, que no era la actriz sino la mujer real y común la que lloraba. "Ella también llora", se dicen, "ella también sufre". Hay en muchas personas un deseo de ver sufrir a los demás, de que los demás también sufran, y es algo que intuyo que va en aumento, quizá porque en el fondo estamos muy amargados, muy solos, muy tristes en estas sociedades en las que si no vences, si no sonríes mucho, si no tienes muchos motivos para sentirte un vencedor y sonreír a menudo te quedas apartado, estás tocado, herido. Quieren muchos la revancha y, como en la vida cercana no la encuentran, la buscan en esos programas que proliferan en las cadenas españolas y que con una cámara, un presentador incisivo y desvergonzado y una cara famosa y pagada para dejarse incluso humillar en público ofrecen un espectáculo fácil, atávico y directo que alivia las tensiones, deshace los nudos en el estómago y hasta une momentáneamente a algunas parejas que se odian pero pueden dejar descansar su odio o dirigirlo contra el bien pagado o la bien pagada que se presta al insulto y al desnudo total de su intimidad. Pero me imagino que cuando el televisor se apaga, cuando dejamos de ver a quien voluntariamente -y bien pagado- se presta al escrutinio y al escarnio en la pantalla, el alivio y el odio y la sensación de vida estafada continúan. "A la mierda con este o con aquel", dirán, "que se jodan, que se venga a vivir a mi barrio, que tome las riendas de mi vida, que ya tomaría yo las de la suya". Como si los problemas propios siempre fueran insalvables y los ajenos más dóciles.
Lindsay Lohan llora y muchos la mirarán y dirán: "Que lo hubiera evitado". Yo no suelo compadecerme de los ricos, no suelo mirarlos a la cara, tampoco a los famosos, empecinado en saber más de los que son como yo, de los que no tienen poder, de los que nunca lo tendrán. No sigo las noticias que arrastran a su paso los famosos y no suelo centrar mi odio en nadie a quien no conozco (si es que siento odio alguna vez). Sin embargo, esta Lindsay Lohan mujer y actriz me gusta, me ha arrastrado alguna vez al cine, y he visto en su cara -sin llanto- una sensibilidad sin empaño, trasparente y -cómo decir- fiel, verdaderamente representativa de lo que la mujer -no la actriz- Lindsay Lohan puede ser o llegar a ser ( cuesta mucho precisar sin un conocimiento cercano). Y por eso me he parado y he visto su cara llorosa y he pensado: "Ojalá la perdonen, ojalá no se ceben con ella, ojalá sean pocos los que descarguen en ella su malestar y su odio." Quizá su cara sin llanto me engaña, pero creo que revela a una mujer que merece la pena y el perdón.
Foto: David Mcnew ( AP)
Foto: David Mcnew ( AP)