El juego del dinero

El capitalismo no está enfermo. No nos engañemos. Tiene una salud excelente, me dice mi amigo Luis Castillo. Si es capaz de solucionar los problemas de los bancos -entidades privadas- con dinero público sin que la gente se eche a la calle, seguro que tiene una salud de hierro: ha calado ya en el fondo de las mentes de los ciudadanos que aquí lo importante es el dinero, los que tienen el dinero, los que administran el dinero, los que juegan con el dinero. Los ciudadanos son números, masa, algo abstracto, intercambiable, volátil, y el dinero es lo real, dice Luis Castillo: el dinero es lo único real y palpable y cierto, y si no tienes dinero has dejado de ser real, palpable y cierto, allá tú si sigues creyendo que eres una persona y que las personas son reales, palpables y ciertas.
No le gusta a Luis Castillo que se les rebaje el sueldo a los funcionarios. No le gusta que la crisis recorte los sueldos de los funcionarios, porque recuerda que cuando había feria en su pueblo subían los precios de las consumiciones en los bares, con la excusa de que eran días extraordinarios, y ya así se quedaban para siempre: la bajada será definitiva, piensa, y no habrá subida compensatoria jamás. Y él no es funcionario, pero a Luis Castillo le parece que podrían recortarse gastos militares y el fraude a Hacienda y con eso conseguir el suficiente dinero para no tener que dar un paso atrás: es un paso atrás quitar lo prometido, aquello que se había dado palabra de dar y había creado una expectativa de logro o consecución desde el instante en que se hizo la promesa. ¿Cómo iba a imaginarse nadie que a mitad de año ganaría menos que al iniciarse el año haciendo el mismo trabajo, cumpliendo la misma jornada, realizando las mismas tareas? Es muy difícil asimilarlo, razones para entenderlo no se han dado las suficientes, y Luis Castillo espera aún que la crisis la paguen quienes la crearon, quienes la originaron, quienes tienen el dinero, no quienes trabajan para conseguirlo sino de los que especularon, jugaron con el dinero y no quieren ahora, malos perdedores, reconocer que jugaron mal, que perdieron, y quieren colocarles sus deudas a otros, endosárselas a otros. Yo jugué y tú no, pero tú pagarás mis deudas y mis errores, dicen esos malos jugadores.
Eso defiende Luis Castillo, que dice además que cada vez ve más capitalismo y menos democracia. Y cada vez se enfada más con esos grandes defensores de las depauperadas democracias que padecemos, tan llenas de agujeros como un colador, agujeros por los que se escapan derechos fundamentales, obligaciones nunca cumplidas, verdades como puños que se disfrazan, se ocultan y se desmienten con un cinismo insufrible. Esos grandes defensores de estas tristes democracias, estas pequeñas democracias, estos simulacros de democracia, dice Luis Castillo (que ama la democracia, que ama esos bellos principios de libertad, igualdad y fraternidad sin preferir uno antes que otro, unidos, unificados, juntos y eternamente revueltos), algún día serán juzgados por la historia de una manera dura, sin trampa, cuando el interés no sea lo más importante, cuando el dinero no sea lo más importante, en una época (que llegará con toda seguridad) futura y previsible y deseable en la que se mirará atrás y se verán estos siglos como nosotros ahora miramos, desdeñosos y satisfechos, la muy superada prehistoria de la humanidad.


Lectura recomendada: "Mis libros favoritos: ´Última noche en Granada´", en el blog de Marcos Callau


Foto: Willy Ronis