Un indio que va detrás de su amada, raptada por un blanco que cada vez se aleja más. Es la historia de este relato de aventuras, amor y cruda realidad en el que London abre un generoso espacio a las miradas amplias y al espíritu de sorpresa. Como adulto, la lectura resulta seductora, el hilo del que tira es imparable y se sigue con pasión divertida y razonadora siempre y cuando se conserve un deseo de revisión y de sutileza ante el hecho narrativo. London sabía adjetivar muy bien, sazonaba con imágenes sencillas y poéticas sus escritos, pero sin simplicidad, con algo que resultaba no elemental, sino esencial: es una vida, lo más importante de una vida lo que se nos cuenta aquí, y no faltan elementos sociales, críticos, desnudadores de tópicos y de moralinas fáciles. La sorpresa del indio cacique que busca a su amada será morrocotuda cuando la halle, y ahí se ve el espíritu inconformista de Jack London, ahí radica lo mejor de su inventiva, y es lo que aparta al relato de los aires puramente míticos para acercarlo a algo más duradero, aunque parezca contradictorio: la confesión humana, nada más y nada menos que humana, enteramente humana.