Manifestaciones y artículos

¿Por qué en la televisión las imágenes de todas las manifestaciones de protesta empiezan y/o acaban siempre con los altercados, las luchas y la sangre? Eso me preguntaba a mediodía, masticando aún y con los ojos entrecerrados, lento y apático en un día festivo. Nos gusta el espéctaculo, y la televisión es, ante todo, espectáculo. Pero hay también un deseo de atemorizar, medito, de empujarte con fuerza a la reclusión y a la contemplación pasiva. Porque la televisión quiere televidentes, ante todo: es su objetivo final. Que haya más mirando que participando. Luego se trata de un medio que empuja a ser reaccionario, pienso en términos algo anticuados -pensar y citar a Sartre, Simone de Beauvoir, Camus y otros autores que escribieron novelas y textos de ensayo lo sitúa a uno de inmediato en un lugar con olor a cerrado y caduco, yermo, anticuado (yo mismo apunto las descalificaciones, así las que vengan caerán sobre mojado)-, a no moverse, a no cambiar nada. Quizá por eso estamos tan quietos, tan meditabundos -aunque en nuestros cerebros no bullan ideas, sino masas informes de vacío anestesiante (esta frase me ha quedado excesiva pero contundente, contundente pero poco original, como todo lo que llevo escrito, pero, en fin, lo dejo)- y tan perplejos. Quizá por eso seamos tan infelices, nos sintamos tan poca cosa aunque aparentemente estemos cómodos y relativamente tranquilos y satisfechos -algunos, algunos, que las generalizaciones entrañan el riesgo del vacío hondo: como tirar piedras a un río demasiado profundo-; quizá por eso (he puesto un punto y coma, algo pasado de moda y que remite aún más a los viejos textos ya por todos medio olvidados, pero, en fin, lo dejo, que si corrijo a fondo no habrá escrito, al fin y al cabo) seamos como somos (y mejor no me extiendo, que la idea inicial ya no da para más) y al apagar el televisor suspiremos y pensemos que es una suerte estar a este lado de la pantalla (Ahí quede la cosa. De esta he salido. A ver qué tema toco  en el próximo articulillo) .