Pobreza infantil

Datos alarmantes. Aquí, en España. Tantos por ciento que acongojan. Familias que no tienen ningún ingreso. No, no todos los niños españoles juegan con la playstation. Un número alarmantemente grande no come lo suficiente para cubrir sus necesidades de proteínas básicas. Aquí al lado, en una calle de Granada, de Madrid o de Valencia; en un piso en el que no hay alegría, con padres que acuden a Cáritas, a La Cruz Roja, que piden ayuda para poder alimentar a sus hijos. Padres que no siempre cuentan con la ayuda de abuelos, que son jóvenes y llevan parados meses, mucho meses, y que no se han formado en universidades y no disponen de título ni preparación para presentar la solicitud a puestos cualificados. Los nuevos pobres, los viejos pobres, los pobres de siempre, de ayer y de hoy. Los que no entienden que se reflote a un banco mientras ellos se hunden cada vez más. Ellos y sus hijos, que no ven la igualdad ni la fraternidad que debería dimanar del estado y de quienes lo representan, del estado que presuntamente somos todos. Hay brechas y heridas que nada curará ya. Hay marginaciones que no se remediarán ya nunca. Qué ganas tengo de ver que se busca remedio a este horror, qué ganas tengo de ver a los  intelectuales, a los artistas y a los cantantes firmando manifiestos y saliendo a la calle, dando la cara, pidiendo ayuda para una causa de aquí y ahora.