Las caras del fascismo

Dice mi amigo Luis Castillo que el fascismo no ha desaparecido, que es casi innato a muchos seres humanos que quieren estar siempre por encima de sus semejantes y que no paran de esforzarse para hallar las fórmulas, las maneras, los procedimientos con los que tener sometidos a los que son como ellos pero a los que no aceptan que sean como ellos. Es la larga y oscura historia de la humanidad, concluye entristecido.
Este fascismo no se combate. No se ve, no tiene cabezas visibles, no levanta muros físicos. No vale salir a la calle, no vale enfrentarse a nadie. No vale nada contra él. Su poder es innegable, pero casi invisible. Está dentro de nuestra razón, lo representan la mayoría de los políticos, que dicen: Es el mercado, Es la lógica, Es lo que dice la Comunidad Europea, lo que dice el FMI. El dinero es nuestra nueva conciencia. Lo que nos mueve, lo que nos acuna, lo que nos conmueve. Nos han inoculado su veneno y ya no hay nada que hacer, dice Luis, desesperanzado. ¿Cómo no nos cuestionamos los despidos masivos? ¿Cómo no rugimos de dolor ante las nuevas cifras, escandalosas e intolerables, del paro? ¿Cómo no pedimos de verdad responsabilidades a quienes nos llevan no a la ruina económica, que también, sino a la ruina moral? Nuestra alma se achica, tiene un agujerito como las huchas, dice Luis Castillo, enojado. Por ahí entra lo que nos alimenta, las moneditas que nos tiran los que manejan los números, los que nos permiten dar un pasito palante y nos obligan a dar dos patrás, Paco, apunta, y se enoja aún más. Y nuestra alma cabe en una hucha, está presa en la hucha, y ya solo, miopes y acongojados, miramos lo que vendrá a continuación, solo tenemos fuerzas para luchar contra lo inmediato, y tenemos miedo, y nos han inculcado que la vida es poca cosa, que hay que comprar y olvidar: y es una mierda, Paco. Es el fascismo, es un embuste, es una manipulación fatal. Si no nos damos cuenta, si no luchamos, si no nos lo sacudimos de encima, qué pena de mundo les dejaremos a los que vengan detrás. Cuando ellos lo adviertan, cuando empiecen a luchar pensarán que fuimos unos cobardes y unos desalmados, unos egoístas, y que estamos todos bien muertos y bien olvidados. Que les den, dirán, opina Luis Castillo, que se pudran.


Foto: Robert Frank