Haruki Murakami: 1Q84

    




   Entretenida novela que se lee con gran facilidad y que se vale de unos pocos elementos muy imaginativos  para contar una historia de amor que no es intensa pero tampoco estólida. Murakami consigue con ella aumentar el número de lectores fieles y crea imágenes duraderas -las dos lunas, la crisálida, la autopista- que constituyen la mejor marca del autor del fantástico. Hay ciertos momentos -los pequeños personajes - y ciertas risas que la aproximan a la literatura infantil o juvenil: no sé si son devaneos o simplemente inserciones que Murakami no ha podido sustraer por su plenitud visual.  El cruce de destinos, recurso muy usado que no es manejado con intención de asombrar, no entorpece aunque tampoco está usado con particular brillantez. La figura del detective está vista con humor y con el tacto suficiente para no ir de la parodia a la burla descafeinada, pero es un añadido poco útil para el desarrollo de la trama, más parece un deseo de utilizar a un personaje clásico que otra cosa: homenaje que a los lectores de novela negra no nos convence demasiado y admitimos a alguien que se nota que también ama el género. 

   Y, sin embargo, recomiendo su lectura: hay una prosa que no es ajena a la creatividad plástica y a la meditación sucinta pero jugosa, un juego interesante con la escritura de un libro misterioso y mucha, mucha libertad del autor para contar su historia, lo que la aleja de la formulación bestsellera. Son muchas páginas y habrá quien dude, pero tendré que decir que solo le ocurrirá a ese lector que está ante su primer libro de Murakami.