Mariana Enríquez: Nuestra parte de noche

 


   Esta novela está muy bien escrita, muestra a una autora que tiene un gran talento e imaginación para afrontar la creación de una novela. Con algún eco cortazariano indiscutible, plantea un texto que es lo mejor del libro y define qué literatura le importa a Mariana Enríquez. Lo más fácil y precipitado es definir a Nuestra parte de noche como novela de terror y política. Pero eso sería empezar a reducirla desde el principio, sería someterla a juicios limitadores, y lo más importante de la novela es que su autora es una escritora de primera, de las mejores que hay en este momento en nuestro idioma. Su versatilidad, su adjetivación conveniente y a ratos deslumbrante, la respiración cambiante de su prosa que nunca abandona la adecuación para volverse exhibicionista ni excesiva son reveladoras de un pulso de alta categoría, más aún cuando estamos ante una novela de más de seiscientas páginas que no son de ningún modo excesivas, más bien al contrario.

   En la trama también muestra Enríquez un gran talento, la arquitectura de la novela está bien planteada y hay un flashback muy afortunado que dota de mayor hondura y de una nueva capa de entendimiento qué se nos cuenta. El uso de la primera persona eleva el nivel de la novela, hace más creíble la historia y abre nuevas ventanas por las que se ven más paisajes y colores enriquecedores, además de una leve alegría que compensa la oscuridad general. Hay ante todo dos grandes personajes, el padre y el hijo, sobre los que se sostiene la trama: la relación entre ambos, en presencia y en ausencia, constituye una meditación muy bien planteada sobre la dependencia y los secretos, la separación de edades y experiencias, la dificultad de saber quién era en verdad quién nos engendró y para qué. Quizá la novela decae al final, busca la salida que cierre y haga más artístico el libro pero resta libertad a la creación, pues cierra una puerta en lugar de abrirla -pese a que se insinúa lo contrario- y hay un deslizamiento hacia la solución algo inmaduro o con tintes juveniles, una conclusión fácil y un poco novelera, acaso porque se dispone de materiales escasos o ya de excesivo uso o con poca capacidad de sorprender. No es justicia lo que uno busca al llegar a la última página, sino una sacudida, una inquietud y no una corroboración. Triunfa el lado justificativo y queda vencido el imaginativo.

   Los reconocimientos que reciba Nuestra parte de noche están más que justificados. Los lectores van a poder disfrutar de una novela de género ejemplar y de una novela referencial fuera del género también, de esas que animan a la lectura y a la escritura, que influyen y generan muchos comentarios y recomendaciones. Gracias a lo bien que está escrita, defenderla es un placer.