Joan Baptista Humet en Estación Suipacha

Aquí.

Desahucios

¿Se puede desahuciar a una anciana de 85 años que recibe una pensión de menos de 400 euros?
Hemos fracasado, admitámoslo.
Y vamos a empezar de nuevo. 

Dejad de quererme, de Jean Becker




   Muy bien interpretada por el gran actor Albert Dupontel, cuenta la historia de un hombre que sabe que le queda poco tiempo de vida y reacciona de una manera inesperada: quiere que todos dejen de quererle, para que no sufran y le olviden pronto. Hay emoción auténtica en el corto metraje y en las pocas escenas de este filme esencial y atrevido, en el que hay dos caras para la verdad y para el sufrimiento: quizá muchos no eran dignos del aprecio del protagonista, quizá su sufrimiento en soledad se lo debía a una rabia aisladora mal controlada. En cualquier caso, no será fácil olvidar la escena con los amigos en la cena de despedida ni la mirada comprensiva y doliente de la esposa. Cine de relaciones familiares que solo los franceses saben contar tan bien. 

Quentin Tarantino: Django desencadenado




   La primera hora de esta película es excelente. Cuando aparece Leonardo DiCaprio y la historia busca su final (largo final), Tarantino opta por el cliché y la parodia desatada y entre exceso de tiros y la caricatura permanente la película ya es solo un tebeo de segunda categoría y se aguanta porque el espectador se siente impulsado a la sonrisa y a saber cómo se le presentará el (previsible) desenlace. Tarantino es un clarísimo deudor de Sergio Leone, a quien le debe la planificación de las escenas de tensión (tan teatrales, por otro lado) y el espíritu iconoclasta,  pero no tiene el empaque existencial de este ni la gravedad necesaria cuando se enfrenta a los momentos decisivos de los personajes y de la trama (Agáchate, maldito es un buen ejemplo). Y el exceso de la escena de sangre y sangre, como siempre, no es más que tremendismo vano.