Profesor Lazhar, de Philippe Falardeau




Tranquila, reposada, la historia de la película fluye sin imponerse a las bravas, sin dramatismos vanos, sin mensajitos cargados de buenas intenciones que pueden parecer precocinados, y así llega a su entrañable final, en el que hay una escena de un humanismo rescatable y sincero, sencillo y muy profundo que cierra muy bien esta meditación sobre la violencia, la mentira y la muerte, una gran película. 

The wire

La última temporada de The wire es insoportable: de hecho, dejé de verla y probablemente nunca sabré cómo acaba esta serie. 

Cesare Pavese: De tu tierra




   Dos hombres salen de la cárcel. Se han hecho amigos. Uno convence al otro para que lo acompañe a su pueblo, donde le conseguirá trabajo. Estamos en la Italia de los años 30 del pasado siglo. Cesare Pavese narra, lacónico y con un vocabulario muy ajustado al que precisa el personaje protagonista, una historia en la que no hay reservas, no hay idealización, no hay más que verdad. Levanta acta de cómo eran unas gentes y sus costumbres y sus mentiras y sus secretos en una época en la que no había televisión, en la que el vino juntaba a los hombres, en la que las mujeres eran utilizadas, pobres, para el trabajo duro y para las caricias no menos duras. Con mucha sencillez, producto de un destilado auténtico y sabio, desgrana una historia dura, amarga, terriblemente auténtica y ajustadamente realista, en pocas páginas y con apenas cuatro o cinco personajes descollantes, desde el lugar reservado para los grandes clásicos, los autores imperecederos. 
   Berto acompaña a un pueblo a un compañero de la cárcel con muchas dudas, mira con altivez los usos campestres, a las mujeres y a los hombres que integran el paisaje social de un tiempo de escasez y miseria en el que todos se sentían pequeños, aterrados por tanto que había desconocido y tan lejano, satisfechos por reinar en espacios conocidos y muy pequeños. Es un extraño, trabaja para sobrevivir, se pelea con el ansia de placer que lo envuelve continuamente cuando hay mujeres cerca. Y con su voz parca en poesía y en   figuras del habla va contándonos cómo se adentra entre gente extraña y no progresa, apenas está en la superficie de las cosas. Por falta de interés verdadero, por la soberbia que le empaña la mirada capacitada solo para lo urbano, observa pero no avanza ni un paso, siente pero no penetra, sabe pero no entiende. Es lo que pretende Pavese: que nos identifiquemos con él, con su contemplación muda y aterida, de visitante tibio y poco empatizador. Y desde ahí rompe a hacer una crónica que sí que desgarra, sí emociona, sí ahonda en las pulsiones y los miedos y las contradicciones del ser humano con una eficacia casi inaudita: sólo cien páginas y nada menos que una novela excelente.